TEMPORADA 2020-21
El Gran Teatre del Liceu como centro cultural
El Liceu sigue viviendo en su propio mundo, para bien y para mal. García de Gomar piensa en que ha llegado la hora de redefinir el concepto de ópera, y esta es su apuesta
Pablo Meléndez-Haddad
Pablo Meléndez-Haddad
El Liceu sigue viviendo en su propio mundo, para bien y para mal. Ajeno a la hecatombe que están viviendo los artistas catalanes y españoles en general, sí que cambió y eliminó títulos ante la emergencia sanitaria para que el arranque permitiera el distanciamiento social, y es así como desaparecieron producciones que estaban programadas con antelación, pero no se retocaron los repartos heredados de la anterior administración para dar cabida a un mínimo porcentaje de artistas del país. La ausencia de cantantes, directores de escena y directores musicales de origen español en la próxima temporada liceísta –con un par o tres de excepciones– es de vergüenza con la que está cayendo.
Y aunque los repartos, en general, son mucho más que solventes, para calmar del bochorno se tira de nombres importantes y de bolos de lujo. Levantar el telón con un recital de Sondra Radvanovsky y Piotr Beczala –la Aida y el Radamés frustrados del Festival de Peralada– y seguir con Anna Netrebko y Ludovic Tézier en un Trovatore en concierto es una maravilla para cualquier gran escenario.
Las excepciones nacionales son, en todo caso, espectaculares: el mejor Yago del mundo, Carlos Álvarez, el primer Otello del canario Jorge de León (segundo cast), la soprano madrileña Rocío Pérez en su debut local como segunda Olympia de Les contes d’Hoffmann o Damián del Castillo como segundo Shaunard de esa Bohème del regista barcelonés Àlex Ollé, de La Fura dels Baus. Y poco más, como algunos comprimarios o Jordi Savall en concierto, aunque él tenga ciclo propio en el Auditori.
A la falta de sensibilidad en este aspecto se opone la marca del director artístico, que transforma el teatro de ópera en un políglota centro de las artes con la implicación de destacados artistas visuales, tal y como Víctor García de Gomar hizo antes en su paso por el Palau. Pero, ¿era necesario? ¿No es mejor concentrarse en la lírica, en una línea artística ambiciosa, en recuperar a Britten y a Janácek, a producir nuevos montajes? García de Gomar piensa en que ha llegado la hora de redefinir el concepto de ópera, y esta es su apuesta.
La oferta artística, en todo caso, gustará a todo tipo de público, ya que conjuga títulos del gran repertorio –La Traviata, Il Trovatore, La Bohème, Otello, Don Giovanni, Lucia di Lammermoor– con otros del siglo XXI, como el estreno local de Lessons in love and violence de Benjamin y de seis monodramas. En danza es una gran noticia que por fin se vea en el Liceu una coreografía del gran John Cranko.
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