DISCOS DE LA SEMANA

Silvio Rodríguez, la canción que trasciende

Icult Silvio Rodriguez

Icult Silvio Rodriguez / periodico

Jordi Bianciotto, Ignasi Fortuny, Juan Manuel Freire, Roger Roca

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Una voz y una guitarra se abren paso entre el ruido de fondo, y es Silvio Rodríguez quien, bajando la voz y dejando que sus arpegios inviten a hacer silencio, nos recuerda que la canción puede ser un objeto sencillo y demoledor. Como en su nuevo álbum, ‘Para la espera’, publicado este viernes, obra que brinda reflexiones en torno a la inocencia y el destino, advertencias de peligros latentes y una mirada al umbral de la muerte, como tratando de curiosear en lo que pueda haber más allá del biombo.

‘Para la espera’ llega cinco años después de ‘Amoríos’ y, a diferencia de aquel disco, se asienta en la soledad de un Silvio autoabastecido, a cargo también de las percusiones, el bajo y las segundas voces. Álbum de estética musical depurada, pero con el toque refrescante de los primeros toques, cuando la partitura está todavía tierna, y que el trovador cubano dedica a sus amigos fallecidos esta primavera, como Luis Eduardo Aute. Con el autor de ‘Al alba’ está asociada una de las piezas, ‘Noche sin fin y mar’, canción con poderes reconstituyentes: Silvio la estaba un día cantando a su lado, usando su guitarra, mientras su amigo seguía en coma, en la habitación del hospital Gregorio Marañón, de Madrid, cuando en aquel momento este despertó del sueño profundo.

Burlando a “la cosa”

Hay que abrir un claro en el bosque para que estas canciones entren en nuestras vidas, para poder paladear el presagio mágico de ‘La adivinanza’, evocar la pureza perdida en ‘Jugábamos a Dios’ y armarnos de fuerzas para afrontar los augurios de ‘Viene la cosa”, ese bicho, sea cual sea, al que “solo la sinceridad destroza”. Pieza esta que el trovador lleva unos años cantando en los barrios de La Habana, en esos bolos gratuitos en los que prodiga su canto fuera de los carriles ordinarios. 

Oímos cómo sus dedos pulsan las cuerdas de nilón con suavidad, acogiéndose al pulcro clasicismo (‘Una sombra’) y insinuando cadencias de folclore, como en ‘Si Lucifer volviera al paraíso’ y en ese sentido ‘Danzón para la espera’, escrito en tiempos en que ‘los cinco’ (oficiales de inteligencia cubanos) estuvieron presos en Estados Unidos.

Al final, una pieza de crepúsculo, ‘Después de vivir’, en la que dice aspirar a una hora de tiempo, justo tras el fundido, para poder decidir qué se lleva al otro lado. El conocimiento, la buena suerte, papel y lápiz para seguir convirtiendo en canción “lo que se ofrezca”... Como si a partir de ahí las palabras sirvieran de poco, se despide con una pieza instrumental, ‘Página final’, dejando que la guitarra insinúe el camino, o quizá entregándola en ofrenda a sus amigos perdidos para que sean ellos quienes le pongan la letra. Silvio docto y mágico, mirando la vida desde la atalaya y tratando de trascenderla valiéndose del arte de la canción. Por Jordi Bianciotto.

OTROS DISCOS DE LA SEMANA

La Mala regresa con un nuevo disco (7 años después) que transmite el presente más rabioso. El álbum incorpora en su sonido significativas dosis de ritmos latinos para hacer su música más transversal. La gran referente del hip hop español ha vuelto camaleónica. La rapera andaluza juega con una variada paleta que le aporta una frescura que sabe lucir a lo largo de las 11 canciones del álbum ya sea con momentos delicados, desinhibidos o con su original ‘punch’ directo y agresivo. Por Ignasi Fortuny

En su soberbio tercer álbum, esta cantautora folk irlandesa se propone casarla tradición y los ribetes contemporáneos con toda la sutileza del mundo. Por el camino, arroja nueva luz sobre un clásico, 'The blacksmith', y aporta alguno de su propio puño, como 'I had to keep my circle small', quizá la mejor muestra hasta la fecha de su elíptica narrativa. Alasdair Roberts coproduce junto a Power y su compañero-colaborador Peter Broderick: encuentro en la cumbre del neofolk. Juan Manuel Freire 

Encuentro entre maestro y alumnos: por un lado, el saxofonista norteamericano Gary Bartz, uno de los músicos que dieron forma y substancia al jazz más políticamente comprometido de los años 70. Por el otro Maisha, una joven banda británica que mira con devoción hacia esa época. La sintonía entre el veterano saxofonista y el grupo es innegable, y la jerarquía también. Bartz manda sin alzar la voz. Y Maisha, efectivos y compactos, le acompañan respetuosamente, pero sin la audacia de su primer disco propio, 'There Is a Place'. Roger Roca

Dion DiMucci, héroe juvenil de los tiempos en que el doo-wop dio paso al rock and roll, resurge a los 80 con un aquelarre de blues eléctrico entre amigos. Festín de punteos fogosos (Joe Bonamassa) y sentidos (Jeff Beck), boogies polvorientos (Billy Gibbons) y una Patti Scialfa realzando ‘Himn to him’ con Bruce Springsteen a la guitarra. El punto álgido está en la muy actual y emotiva ‘Song for Sam Cooke’, donde Dion clama por la armonía racial y el ideal americano de la mano de Paul Simon. J. B.