NOVELA NEGRA EN CUARENTENA

Espías nazis y represión franquista en la Barcelona de posguerra

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Anna Abella

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Un ‘thriller’ de acción y espionaje que bebe del género negro, ambientado en la Barcelona de posguerra, del hambre y las cartillas de racionamiento, en la que se instaló una colonia nazi protegida por el franquismo, en la que torturaba a placer la temida Brigada Político-Social y en la que malvivían represaliados y vencidos. Y un doble homenaje, “al importante papel de las mujeres en la época y a los cines de barrio hoy desaparecidos que fueron un refugio y permitieron soñar a tantos niños de padres ausentes tras la guerra”. Todo ello aúna ‘El chico de las bobinas’ (Destino), la última novela de Pere Cervantes, que presentó en los cines Boliche de Barcelona justo antes de un confinamiento que él ha pasado en Benicàssim (Castellón), donde vive desde el 2005. 

“El primer mes fue angustioso. Fui incapaz de escribir y me refugié en la lectura. Ni Netflix, ni HBO ni nada parecido. Me metí en clásicos que siempre tenía pendientes como ‘El conde de Montecristo’, de Alejandro Dumas, y reduje el consumo de información”, explica a este diario Cervantes (Barcelona, 1971), confesando que ahora está, “como todos”, adaptándose a esta nueva realidad y guardando muchas medidas de seguridad.

"Vi la posguerra en los Balcanes. En guerra, las víctimas siempre son las mujeres"

Al hablar de la novela, que pese a la crisis ya lleva una reimpresión, apela a su experiencia durante tres años como Observador de Paz para la ONU en Kosovo y para la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina. “Vi la posguerra en los Balcanes, las barbaridades que se cometen contra las mujeres en la guerra. Y lo llevé a 1945 porque vi que las víctimas siempre son las mismas, las mujeres. En Pristina, hoy, solo ves gente joven, porque muchos de 40 a 50 años murieron, y mujeres, que son las que reconstruyeron el país, como pasó en la España de posguerra”. Y en el libro, una de ellas es Soledad, la madre de Nil, chaval de 13 años al que el bombardeo italiano sobre Barcelona dejó manco y mató a su hermana. 

Nazis, policía franquista y republicanos

“Como en Kosovo, aquí muchas mujeres se prostituyeron para sobrevivir y llevar comida a casa. Este es un libro de duelo. Quería reflejarlo para no olvidar lo que pasó”, señala Cervantes, veterano autor de género negro con novelas como ‘Golpes’, ‘Tres minutos de color’ (en Alrevés) o ‘La mirada de Chapman’ (B), que para ambientar esta “Barcelona en sepia” releyó todo Marsé. Con la entrada de los nacionales, el marido de Soledad huyó al monte y se convirtió en un maqui. “En 1945 aún había esperanza entre los republicanos de que cuando acabara la segunda guerra mundial los aliados les ayudarían a ir contra Franco”, apunta. Nil, y un cromo que le da un hombre agonizante, a quien acaban de atacar en el portal de su casa, en el Poble Sec, será el nexo de unión, añade, entre “la trama de un nazi de la Gestapo, la de la policía franquista y la de los republicanos”. 

La falta de un brazo no impide a Nil coger la bicicleta para llevar bobinas de películas de un cine a otro. Cervantes, cinéfilo, si antes del covid-19 ya sentía “tristeza viendo el cierre de salas de cine”, ahora se ha agudizado. “Da pena ver carteles donde aún se anuncian los estrenos del fin de semana del 5 de marzo. El tiempo se paralizó”.

Estudios de doblaje de la Metro

En la novela recuerda que “entre 1933 y 1962 la Metro Goldwyn Mayer tenía en la calle Mallorca 201 unos estudios de doblaje donde manipulaban lo que les exigía la censura franquista”. “Quería rendir un homenaje al cine desde la literatura. Hay muchos del cine a la literatura pero no tantos a la inversa”. Y para ello imagina un espacio de ficción, “la librería clandestina ‘La gran mentira’, que oculta un sótano donde ven películas ‘prohibidas’ sin censurar como ‘La diligencia’, ‘Gilda’ o ‘El gran dictador’, que aquí no pudo verse hasta 30 años después”. 

"Durante la pandemia, Netflix ha ganado 5.200 millones de dólares. Hemos cambiado las salas de cine por nuestro sofá y Netflix"

Durante la pandemia, Cervantes cree que la gente puede hallar refugio “en la cultura, un bien esencial”. “Yo lo he hallado en la literatura pero Netflix ha ganado en dos meses 5.200 millones de dólares. Hemos cambiado las salas de cine, que sirvieron de refugio en la posguerra, por nuestro sofá y Netflix. Desgraciadamente también ha habido récord de descargas ilegales de contenidos audiovisuales y libros. Sigue siendo un país pirata, con unas leyes muy débiles al respecto”, lamenta.

Amazon y las librerías

Es “optimista” sobre el futuro de los libros y cree que tienen una “salud fuerte”. “Y ante el combate entre Amazon y las librerías de siempre, solo nos queda confiar en el romanticismo de algunos lectores para que sigan acudiendo a los libreros de barrio como sigo comprando discos de vinilo”.

Teme, sin embargo, por las salas de cine. “Las nuevas generaciones son prácticas y anteponen la instantaneidad a la calidad. A algunos les da igual ver una película en el móvil. Espero equivocarme, pero creo que poco a poco, la agradable sensación de que ir al cine es un ritual de familia, una forma tradicional de relacionarse irá evaporándose. Es el precio de la tecnología, practicidad e instantaneidad por encima de las emociones”. 

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