CRÍTICA DE SERIE
Acoso sexual y piramidal
'Jeffrey Epstein: asquerosamente rico' es un 'true crime' clásico, exitosa modalidad del documental de investigación
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
En la nefasta competición que podría establecerse entre Harvey Weinstein y Jeffrey Epstein para dilucidar cual de los dos es el peor depredador sexual, el ex productor de cine tendría las de perder. Epstein, muerto en agosto de 2019 en su celda –aún no se ha esclarecido si fue suicido o asesinato–, no solo abuso de centenares de mujeres, sino que estas eran en su mayoría menores de edad y además creo un gran montaje piramidal del acoso sexual: convencía o presionaba a una de sus presas para que, en un perverso sistema de captación, le presentara a nuevas amigas y estas hacían lo propio.
Epstein era más rico que Weinstein y tenía mejores contactos entre magnates, presidentes, príncipes e intelectuales. De hecho, en el documental realizado por Lisa Bryant quedan igual de salpicados, en sus relaciones con Epstein, el ex presidente Clinton, el actual presidente Trump y el príncipe Andrés de la realeza británica.
‘Jeffrey Epstein: asquerosamente rico’ es un ‘true crime’ clásico, exitosa modalidad del documental de investigación. Uno de sus productores es Joe Berlinger, quien ofreció dos miradas complementarias a la figura del asesino en serie Ted Bundy, la documental y la recreación, en ‘Conversaciones con asesinos: las cintas de Ted Bundy’ y ‘Extremadamente cruel, malvado y perverso’.
El trabajo de Bryant y Berlinger escruta los entresijos de ese pérfido imperio del sexo y la pedofilia creado por Epstein y, a la vez, disecciona el ecosistema tan peculiar que es Palm Beach –lejos del glamur y la diversión que ofreció de esta localidad isleña la comedia hollywoodiense de los años 40– y la flagrante corrupción política: en su primera condena, Epstein no pasó más de 13 meses en la cárcel, en condiciones casi paradisiacas, y cuando fue puesto en libertad, volvió a hacer lo que le dio la gana. Las cosas no serían los mismo una década después cuando el movimiento #Me too lo puso en la picota como a Weinstein.
La estructura es la habitual, yendo hacia delante y atrás en el tiempo y con el recurso de las imágenes de archivo –especialmente crudas las del juicio a Epstein en 2010– y entrevistas actuales a algunas de las mujeres agredidas sexualmente, policías, psicólogas, fiscales y periodistas. También es entrevistado el abogado defensor de Epstein, Alan Dershowitz, quien ya había representado a O. J. Simpson, Claus von Bülow, Mike Tyson y Patty Hearst, y que es acusado por una de las mujeres de haber abusado de ella. Su soliloquio ante la cámara para defenderse no convence a nadie.
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