TIEMPOS DE CAMBIO

El coronavirus señala nuevos caminos a la arquitectura

Finalistas de los Premios FAD hablan de las modificaciones que la crisis introducirá en la forma de pensar la vivienda y el espacio público, aunque hay quienes dicen que tardarán años

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Mauricio Bernal

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La arquitectura, naturalmente, también cambiará. Es impensable que una crisis que ha modificado la experiencia doméstica y la manera en que el ciudadano se relaciona con el espacio público no tenga consecuencias sustanciales en las ciudades, así en el adentro como en el afuera. Habrá que repensar el espacio, los materiales, la relación de las personas con su entorno. Habrá que pensar, y mucho. Las exigencias de la llamada "nueva normalidad" apuntan ya en ciertas direcciones específicas: en eso coinciden algunos de los finalistas de la 62ª edición de los Premios FAD de Arquitectura e Interiorismo, cuyos proyectos competirán por unos galardones que serán entregados o comunicados en una fecha y formato aún por definir. Es una élite de la arquitectura, y ya está pensando en el futuro. "Va a cambiar la perspectiva de la gente respecto a lo que se valora de la arquitectura y el interiorismo", dicen Íñigo Ocamica e Íñigo Tudanca, socios en Ocamica Tudanca arquitectos.

"La gente se ha dado cuenta de la casa en la que vive", dice Gonzalo Pardo, de la firma madrileña gon architects

Empezando por las propias viviendas. "La gente se ha dado cuenta de la casa en la que vive", dice Gonzalo Pardo, del estudio madrileño gon architects, en Madrid, finalista en la categoría de Interiorismo gracias a su reforma de un piso de soltero en el barrio de Malasaña. La frase apunta al que ha sido un efecto directo del coronavirus, ese "he aquí mi domicilio" que el grueso de la población ha experimentado con el poder de una revelación. Al fin y al cabo, en este país Mediterráneo, la calle siempre ha ganado la partida al hogar. Ese lugar donde la gente pasaba algunas horas para comer, dormir y ver la televisión ha ganado un extraordinario protagonismo, y pase lo que pase, difícilmente perderá esa centralidad. "La gente tiene memoria", dice Pardo. "Antes las cosas nos venían dadas. La vivienda nos venía dada. Decidíamos, pero hasta cierto punto. A partir de ahora los deseos de la gente cuentan".

Un modelo participativo

No es en otra dirección donde apuntan los dardos que lanza David Juárez, del estudio barcelonés Straddle3, finalista en la categoría de Arquitectura gracias al proyecto APROP Ciutat Vella, popularmente conocido como el edificio de los contenedores: el comentado y polémico proyecto ideado para resolver situaciones de emergencia habitacional que emplea contenedores marítimos reciclados. "Hay que hacer de este problema una oportunidad para hacer las cosas mejor", dice. El proyecto ATRI de vivienda asequible del cual es abanderado contiene una premisa, la participación, que se perfila como un deber de la arquitectura del futuro. "¿Una persona ha de ser víctima de un diseño que se hace a sus espaldas?", se pregunta. "En la medida de lo posible, los proyectos tienen que hacerse con la participación de sus futuros habitantes". No tiene por qué ser necesariamente una cosa de ricos.

Algunos profesionales dicen que el covid-19 acelerará procesos que ya había puesto en marcha la emergencia climática

"Eso del clima Mediterráneo no debería ir en detrimento de la calidad del hábitat", añade Juárez, señalando una especie de oficiosa certeza que esta crisis ha puesto en entredicho: puesto que la calle es fantástica, no importa si la vivienda lo es menos. "Vivimos en casas que en muchísimos casos han sido planificadas en la segunda mitad del siglo XX, mientras que nuestros abuelos vivieron en casas que ellos mismos se construyeron. No es imposible volver a eso. La tecnología actual nos dota de herramientas para hacerlo". Juárez apuntan al que esta crisis ha demostrado que deberá ser uno de los atributos futuros del diseño de viviendas: la flexibilidad. Cuando la vivienda se vuelve escenario de todo o casi todo, dice, sus espacios deberían estar diseñados de manera que puedan adaptarse a la pluralidad. "Una cultura del bricolaje", dice Juárez. "Que la gente se pueda hacer una puerta corredera, que puedan pintar de forma creativa o revestir de forma creativa. Los materiales modernos lo permiten".

Dos crisis superpuestas

La vivienda es solo un elemento de los muchos que conforman la arquitectura que nos rodea al que la crisis del coronavirus –señalando sus carencias– ha apuntado con el dedo; pero no el único. "Creemos que el coronavirus lo que ha hecho ha sido mostrar debilidades estructurales que ya estaban allí", dicen Ocamica y Tudanca, finalistas en la categoría de Ciudad y Paisaje con su proyecto de remodelación de la plaza del Ayuntamiento de Mansilla Mayor, un pequeño pueblo de la Castilla rural. "Pero también creemos que la buena arquitectura y el buen urbanismo ya estaban encaminados a solventar esos problemas". Se refieren a "la sostenibilidad", "la apuesta por el peatón" y "la pacificación de las ciudades", por ejemplo. Recuerdan que el mundo no enfrenta una sino a dos crisis simultáneas, la climática y la del coronavirus, y que la segunda ya había empezado a señalar caminos a la arquitectura.

En las grandes ciudades, el objetivo del urbanismo será "esponjar" el espacio público

"La crisis climática ya nos empezaba a cambiar, e íbamos en la buena dirección –dicen los dos socios–. Ahora, el coronavirus nos puede ayudar a acelerar esos procesos. A nuestras viviendas sin duda les vamos a demandar muchísimas más virtudes, el ahorro energético, la buena orientación, espacios con flexibilidad de uso. La gente va a demandar mejor arquitectura: que los espacios en los que vivimos nos den más bienestar". Con respecto al espacio público, dicen que siempre dependerá de la escala, y que en las grandes plazas de las grandes ciudades implicará poner en marcha estrategias para "esponjar". El diseño de la plaza de Mansilla Mayor no habría cambiado en tiempos de coronavirus, aseguran. Porque es un pueblo pequeño, que no llega ni a 500 habitantes. Las ciudades sí habrá que pensarlas distinto.

Campos de fútbol

"No sabemos exactamente qué puede pasar, dependerá de la duración de la pandemia, pero lo que sí se puede entrever es una reorganización de las ciudades", dice José Jorge Santos,  de Santos y Mera Arquitectos, firma responsable de la remodelación del campo de fútbol de Campañó, en Pontevedra, finalista en la categoría de Arquitectura. "Habrá cambios en la vivienda, habrá una atención especial a la densidad y habrá un abandono de los centros para irse a la periferia". Santos pone como ejemplo de lo que seguramente está por venir el proyecto parisino de 'La ciudad de un cuarto de hora', una de las banderas de la administración de la alcaldesa Anne Hidalgo: en síntesis, aboga por reducir los desplazamientos haciendo que el ciudadano tenga todos los servicios que necesita a un paseo de 15 minutos a pie. Es la apuesta por la proximidad, algo que el confinamiento ya está obligando a ejercer a la mayoría de los ciudadanos.

Su trabajo en el modesto campo de Campañó no tiene parangón con las modificaciones que probablemente serán ejecutadas en los grandes estadios de fútbol; pero sí arroja algunas pistas. "Pasa por las reducciones de aforo –explica–. Por dar más superficie tanto a los usuarios como a los deportistas en los vestuarios. Seguramente los modelos actuales tendrán que compartimentarse, y los materiales antibacterianos y antivirales se pondrán de moda".

Cambios lentos

El contrapunto a este consenso lo pone el arquitecto del Área Metropolitana de Barcelona Antonio Montes, finalista en la categoría de Arquitectura por la transformación de una fábrica textil prácticamente en ruinas en la biblioteca El Molí, en Molins de Rei. "Los cambios en arquitectura son cambios muy lentos. Tardan décadas", dice. El veterano arquitecto, dueño de una larga historia al servicio de Barcelona y su área metropolitana, apunta a cuestiones prácticas como que "el incremento de superficie de un edificio cuesta una barbaridad, que es lo contrario de lo que al parecer depara el futuro: presupuestos más ajustados". "Yo creo que todo irá más en la dirección de limitar los aforos, por un lado, y de introducir cambios en la movilidad". Con todo, coincide en que si algo ha puesto de manifiesto esta crisis son las carencias de las viviendas. Y que ahí las cosas tendrían que cambiar. "No sé… Pienso por ejemplo que habría que dotar a las viviendas de de unos espacios que permitieran esta vida al aire libre que ahora nos está vedada. Algo que no sea un balcón o una galería, que sirven para muy poco".

El interiorismo ha tomado nota de las carencias que han demostrado las viviendas durante el confinamiento

En eso, lo de llevar los beneficios del exterior al interior, coincide Pardo, de gon architects. "Ante la perspectiva de pasar más tiempo en casa, hay que construir paisaje en el interior, llevar lo verde al interior de la vivienda", dice. Esa nueva vivienda post covid-19 la imagina con detalle. Por ejemplo, dice que –por higiene–, habrá que atomizar el cuarto de baño: el inodoro en un sitio, la ducha en otro, el lavamanos en otro. Que la cocina, "el eje en torno del cual ha pivotado la vida durante el coronavirus", deberá adquirir una condición central. Que debería haber una "habitación sin nombre", apta para "teletrabajar, hacer yoga, ejercicio, jugar, todo lo que el confinamiento nos obliga a hacer en casa"; y que, en general, quizá haya que repensar esa jerarquía que dice que el cuarto de los padres es más grande que el de los niños. "Porque no es necesariamente cierto que pasen más tiempo que sus hijos en la habitación".

Hay algo que queda muy claro: en arquitectura, las cosas apuntan a mejores.

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