CRÍTICA DE CINE

'Perros de presa': colmillos metafísicos

El filme de Adrian Panek funciona eficazmente como estudio psicológico sobre los efectos que la crueldad sostenida tiene sobre la mente de un niño

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Quim Casas

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La barbarie del Holocausto no finalizó exactamente con la liberación de los campos de concentración; muchos de quienes sobrevivieron a ellos cayeron poco después víctimas de la enfermedad, la malnutrición o la extenuación, o se vieron azotados de por vida por daños psicológicos. De esas secuelas se ocupa -de forma metafórica- la segunda película de Adrian Panek mientras observa a ocho niños que, recién liberados en febrero de 1945 y abandonados a su propia suerte, buscan refugio en un orfanato en ruinas. Mientras empiezan a ser víctimas del hambre y la sed, deberán sobrevivir al acecho de soldados depredadores y, sobre todo, a los violentos perros que los alemanes dejaron libres en su huida. Pero el mayor peligro al que se enfrentan no está en el exterior sino en el seno mismo del grupo; son los horrores que podrían surgir desde el interior de cada uno de ellos, provocados por el trauma sufrido a manos de los nazis y las conductas aprendidas de ellos.

Panek logra crear un intenso suspense inicial que luego va desvaneciéndose a causa tanto de cierta imprecisión narrativa -varios personajes permanecen sin contornos, y gradualmente afloran algunas subtramas estériles- como de la atmósfera deliberadamente gélida privilegiada por el relato. Que 'Perros de presa' no llegue a explotar todo su potencial como muestra de terror alegórico, sin embargo, no le impide funcionar eficazmente como estudio psicológico sobre los efectos que la crueldad sostenida tiene sobre la mente de un niño y representación de la huella imborrable que la guerra deja incluso sobre quienes escapan de sus garras.