LA MÚSICA FAVORITA DE...

Jorge Drexler y las canciones sencillas

El cantautor nos habla de cómo un tema de Coldplay, 'Cry cry cry', ha reconfortado su vida familiar y de su atención hacia las composiciones simples que reflejan "cosas esenciales"

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Jordi Bianciotto

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Estos inicios de la desescalada nos sugieren que la anormalidad es un estado con muchos grados, y que podemos sentir indicios de alivio y señales de desconcierto al mismo tiempo. Algo me dice que el doctor Jorge Drexler tiene algo interesante que decir al respecto, y no voy errado. Se pone al teléfono y me habla del “limbo” de estos días, de ese estar “a mitad de camino”, donde todo sigue siendo rematadamente raro y buscas puntos de referencia. “Al principio de la cuarentena, con el miedo que sentimos, teníamos más claro lo que había que hacer”, sospecha el autor de ‘Todo se transforma’, una canción que cobra ahora sentidos que nunca pudimos imaginar.

La música es para él ese punto de anclaje, y algo más: el lugar que le ha señalado el camino hacia “las cosas esenciales”. Drexler sufrió el coronavirus semanas atrás, al igual que su mujer, la actriz y cantante Leonor Watling, y en un estado como ese “queda poco tiempo para la tontería y para hacerte el interesante”, observa. Así, Jorge, Leonor y sus dos hijos se han visto dando a la expresión musical un sentido de comunidad casi tribal y de supervivencia anímica. Y la clave la dio una canción sencilla, reconfortante y fácil de tararear, ‘Cry cry cry’, de Coldplay, que el cantautor descubrió en el ‘Tiny desk concert’, mini-concierto de sobremesa, en You Tube. “Cuando llores estaré a tu lado”, repite el estribillo con desenfado.

Cuatro acordes sin secretos

Lo que fascina a Drexler es cómo Coldplay se las arregló para hacer una canción con ese poder emocional latente y esa utilidad práctica a partir de una secuencia de cuatro acordes sin secretos, “muy simple y básica”, la misma de tantas otras canciones, entre ellas una de las primeras que aprendió a tocar, ‘Blue moon’, el estándar de Rodgers & Hart. A través de esas armonías diáfanas experimentó “una reconexión con la música”, confiesa.  Y de ahí, a cantar el tema en familia en el salón. “Los tuve a todos atrapados durante una semana con esa canción. La sacamos con mis hijos y la hemos estado tocando juntos en este tiempo”, explica, intuyendo que “en los momentos de angustia no acudes a la misma música que cuando estás bien”.

Así, emprendiendo un camino en busca de las canciones sencillas, y buscando refugio en aquellos recuerdos primeros que uno puede identificar como casa, se vio Drexler leyendo libros en inglés sobre los grandes compositores populares y escuchando de nuevo bellas canciones del siglo XX. Volúmenes como ‘American popular song’, de Alec Wilder. “Un libro tremendo, a partir del cual he estudiado a autores como Jerome Kern o Irving Berlin”. Las suyas eran canciones que “tienen que ver con lo esencial”, subraya. Berlin firmó clásicos como ‘White Christmas’, ‘Cheek to cheek’ o esa pieza oportuna para levantar los ánimos del sector musical llamada ‘There no business like show business’, que hoy nos puede sonar un poco melancólica. Y todo ello, sin ser un virtuoso. “Era autodidacta y escribía en una única tonalidad, utilizando un piano que transponía los tonos moviendo una palanca”, explica asombrado.

Quizá todo ello se haga notar en ese disco que Drexler pensaba empezar a componer cuando nos cayó todo esto encima y en el que, informa, centrará su atención a partir de ahora. Dejándose tocar por esa magia de la sencillez, sin dejar de tener presente su cita preferida de otro grande, Leonard Cohen: “Si supiera de dónde vienen las buenas canciones, iría allí más a menudo”.

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