Los discos de la semana
The Magnetic Fields, un mundo de micro-canciones
Jordi Bianciotto / Juan Manuel Freire / Ignasi Fortuny / Roger Roca
Hay que seguir descubriéndose ante aquella atalaya titulada '69 Love songs’ (1999), el triple álbum con el que Stephin Merritt nos abrumó con sus habilidades, su ingenio y su sensibilidad en el arte de la canción pop. Y bien, a este neoyorkino las ideas le siguen saliendo por las orejas, y nos lo restriega por las narices en las 28 micro-canciones de ‘Quickies’, álbum publicado este viernes e interpretable como loa a la brevedad y la concisión.
Merritt siempre se ha dejado fascinar por esos retos juguetones a los que ha brindado su talento como compositor: hablamos del tipo que hizo un disco con canciones cuyos títulos empezaban con la misma vocal (‘i’, 2004) o que dedicó cada uno de los temas a un año de su vida en el álbum que ilustró su abnegado ingreso en la cincuentena (’50 Song memoir’, 2017). Aquí, lo que une los temas es su reducción a la mínima estructura y la convicción de que con cantar una sola vez un estribillo, o dos como mucho, ya es suficiente. Disco para la era TikTok, con canciones de hasta 17 segundos, si bien difícilmente los usuarios de esta red social se den por aludidos. Y obra caudalosa, divertida pero exigente, y portadora de algunas de las rimas más cáusticas del señor Merritt.
Políticos al desguace
Si en ’50 Song memoir’ primaba la mirada hacia adentro, ‘Quickies’ es el resumen de sus observaciones del mundo, desde la política hasta las relaciones de pareja y erótico-festivas. Así, pasando bajo el bonito pórtico de ‘Castles of America’, nos damos con la travesura ‘folkie’ de ‘The biggest tits in history’ (de temática ornitológica, hay que decir) y con el ácido canto de ‘The day that politicians died’, donde Merritt especula con la “gran fiesta” que se propagará por el mundo cuando todos los políticos marchen al otro barrio (lo que no dice es qué ocurrirá al día siguiente). Y de ahí a un ciclo de canciones sencillas y sentidas, con texturas escuálidas pero dotadas de un aura mágica (dominan los ukeleles, banjos y guitarras eléctricas desenchufadas), y el juego que su voz, a veces con afectada teatralidad, brinda en contacto con las luminosas escuderas Claudia Gonson y Shirley Simms.
Que las canciones sean de miniatura (la más larga supera por poco los dos minutos y medio) no les resta intensidad, y Merritt se sirve de ellas para desarrollar historias con dobles sentidos y fondo tragicómico, ya sea a costa de los clanes masculinos, tu bar favorito o la memoria sentimental más patética (‘I wish I were a prostitute again’, cierre del disco). Merritt fecundo, en fin,en una obra que, aunque invite desde el título al episodio fugaz, visto y no visto, con coloquial lectura sexual, entrega tanta diversión como densidad y abundancia de ideas, tal que los viejos álbumes de They Might Be Giants o aquel ‘Vostè és aquí’ (2012), de Antònia Font. JORDI BIANCIOTTO
OTROS DISCOS DE LA SEMANA
Algo más conocido por sus producciones para otros (Alabama Shakes, Perfume Genius) que por su obra propia, Blake Mills se hace notar gentilmente en 'Mutable set', un disco a medio camino entre el folk-rock y una música de cámara con arreglos vanguardistas: algo así como el cruce soñado de Elliott Smith con Talk Talk. Una «banda sonora para la disonancia emocional de la vida moderna» (así lo describe Mills) con cima apabullante en 'Vanishing twin', en cuya composición participó Cass McCombs. Juan Manuel Freire
El pianista Marco Mezquida me contó una vez que no conocía a nadie con la musicalidad de Sílvia Pérez Cruz. Su primer directo juntos prueba lo que decía Mezquida: la musicalidad de la cantante, pero también lo mucho que se entienden , lo bien que encajan sus talentos, cómo juegan juntos. Expresivo, sin pulir –cuesta decir «imperfecto», con músicos así–, a ratos baslámico y por momentos excesivo, el debut de Pérez Cruz y Mezquida transmite la dicha de dos grandes improvisadores por haberse encontrado. Roger Roca
Con sensación de improvisación, buscada o no, Bad Bunny lanza su segundo disco en dos meses. Canciones descartadas que mezcla con otras terminadas e incluso hechas durante la cuarentena. Para entretener a la gente en estos tiempos, dice. Hay apariciones de grandes del género como Don Omar, Nicky Jam o Zion & Lennox. Pero ninguna canción es tan representativa como 'En casita', una improvisación grabada con su pareja. Sensible y expansivo, Bad Bunny ha hecho de la fiabilidad una de sus virtudes como demuesta este álbum. Ignasi Fortuny
El vehículo de Carles Dorella (del grupo Les Philippes, de Sant Boi) conserva el aura folk del primer álbum al tiempo que gana en relieves: dinámicas con cuerpo punteadas por armonías vocales, luminosos acentos ‘roots’ y audaces injertos electrónicos de fondo. Canciones que apelan a conceptos elevados, dejando un rastro de pureza anímica y atrapando lentamente con sus ciclos melódicos: oigan ‘Som com sou’, ‘Himiko’ o la titular, con ese coro infantil encarando el futuro con inocencia. J. B.
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Por su aportación al cine moderno
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