CRÍTICA DE CINE

'Un amigo extraordinario': retrato de un hombre bueno

La película reflexiona sobre el contraste entre la amabilidad del 'showman' Fred Rogers y la crispación imperante en el mundo actual

Icult fotograma de la pelicula Un amigo extraordinario

Icult fotograma de la pelicula Un amigo extraordinario / periodico

Nando Salvà

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Fuera de Estados Unidos apenas se lo conoce, pero en su país Fred Rogers es una institución cultural; estrella de su propio 'show' televisivo infantil entre 1968 y el 2001,se lo considera un paradigma de decencia, calidez y sabiduría. Aquí la directora Marielle Heller se acerca a su figura tomando como base un artículo publicado en 1998 en la revista ‘Esquire’ en el que el periodista Tom Junod relataba cómo conoció a Rogers y cómo, pese a su inicial escepticismo, desarrolló una estrecha amistad con él. De hecho, es la perspectiva de Junod -rebautizándolo Lloyd Vogel- la que la historia adopta.

La película pretende reflexionar sobre el contraste entre la amabilidad de Rogers y la crispación imperante en el mundo actual para dejar clara cuánta falta haría su presencia en estos días. En todo caso, Heller se las arregla para escapar tanto de la mera santificación del personaje -a ratos sugiriendo que su actitud quizá fuera su forma de congraciarse o de evadirse- como del exceso de sentimentalismo, y al mismo tiempo exhibe buena mano para equilibrar lo cómico y lo melancólico.

La gran baza de la directora, eso sí, son sus actores. También Tom Hanks es un símbolo de bonhomía, y por tanto quizá es lógico que ofrezca un trabajo espléndido en la piel de Rogers; y a su lado, en la de Vogel, Matthew Rhys exhibe parte de la mezcla de aspereza y vulnerabilidad que pulió en ‘The Americans’. En última instancia, es la química entre ambos lo que más eficazmente logra contrarrestar el esquematismo y la previsibilidad del arco narrativo.