CRÍTICA DE CINE

'Rob Ford: crónica de un escándalo': así cae un político podrido

El filme pone el foco en quienes orbitaron alrededor del alcalde de Toronto y aborda asuntos candentes como el racismo y el acoso sexual

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Nando Salvà

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La ópera prima de Ricky Tollman reconstruye la caída en desgracia de Rob Ford -en su día alcalde de Toronto- a causa de sus aires de grandeza y sus publicitadas adicciones, y para ello pone el foco en aquellos que orbitaron a su alrededor: los periodistas que sacaron a la luz sus trapos sucios, los adláteres que intentaron protegerlo, los policías que lo investigaron. 

En el proceso, mientras intenta parecerse al tipo de 'thriller' político abanderado por 'Todos los hombres del presidente' (1976), asimismo trata de examinar cómo funciona la administración de una urbe, abordar asuntos candentes como el racismo y el acoso sexual, lamentar la agonía del periodismo clásico y dar voz a la juventud. En otras palabras, Tollman plantea tramas suficientes para llenar toda una temporada televisiva y, a pesar de la agilidad con la que las maneja, inevitablemente no logra dotarlas de énfasis o sustancia suficientes; en buena medida quedan ensombrecidas tanto por el propio Ford, cuya figura provoca una fascinación morbosa, como por los evidentes postizos que el actor Damian Lewis luce en su piel, que lo asemejan al Gordo Cabrón de la saga Austin Powers. En última instancia, la película funciona sobre todo como retrato de una ansiedad puramente 'millennial', del empuje de toda una generación y su afán por abrirse camino en el seno de un sistema que los menosprecia y los ignora, y que no tiene reparos en pisotear su optimismo.