CRÍTICA DE DISCOS

Lucinda Williams, el quejido y el consuelo

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Jordi Bianciotto, Juan Manuel Freire, Ignasi Fortuny, Roger Roca

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El lenguaje del rock americano ‘roots’ es agradecido con la mirada madura, y las texturas tradicionales provistas de poso casan bien con la expresión poética vivida, con la voz que está de vuelta de todo y que no permitirá que nadie le tape la boca. Pero no es tan corriente que eso lo encarne una figura femenina, presta a hablarnos de su relación con el mundo desde su herida y su carga de agravios. Alguien como Lucinda Williams, trovadora que se arremanga para elevar el tono y sacudirnos a los 67, enfadada y compasiva en ‘Good souls better angels’.

Todo apunta a que ella ya veía el panorama tirando a negro antes de la covid-19, puesto que el álbum está dominado por desalentadores fogonazos de realidad como los que dice vislumbrar a diestro y siniestro en la muy diáfana ‘Bad news blues’, donde dispara contra “mentirosos y lunáticos / necios y ladrones / payasos e hipócritas”. Concretando un poco más, en ‘Man without a soul’ se desfoga a propósito del presidente Trump (“hombre sin verdad / hombre de avaricia, hombre de odio”), y eso que todavía no conocía su creativa propuesta de inyectar desinfectante para vencer al coronavirus. 

Digna e indomable

‘Good souls better angels’ es en cierta medida un álbum de protesta, si convenimos en quitarle a la etiqueta su connotación más infantil, y refleja un estado anímico indiscutible y motivador más allá de las razones que la acompañen. Una visión de la realidad decantada acaso por el vaso medio vacío, si bien inasequible a la derrota: ahí están las llamadas a la integridad individualde ‘You can’t rule me’, advertencia de su naturaleza digna e indomable, y ‘Wakin’ up’, testimonio reparador de una relación personal violenta.

Lucinda Williams se rearma con sus equipamientos de campaña en uno de sus álbumes más crudos y expeditivos, con apenas formalidades propias del country y sí, en cambio, ciertos vestigios del blues flotando en el aire. Cancionero en el que se crece como cantante y donde, de la mano de su docta banda, se enzarza en ‘crescendos’ eléctricos como los de ‘Bone of contention’ (pieza que ya grabó en versión acústica hace más de una década en el epé ‘Lu in ‘08’) y la garajera ‘Big rotator’, y teje ambientes enrarecidos y pantanosos, como en ‘Pray the devil back to hell’.

El corazón del álbum está en las composiciones más recogidas, que canta dejando que el acento dolido de cada verso caiga a plomo, como en la rueda de estrofas de ‘Shadows and doubt’, y acompañándonos con ánimo reconfortante en ‘Big black chain’, con ciertos modos vocales ‘springsteenianos’, y ‘When the way gets dark’. Lucinda, pese a todos los pesares, comprometida con la misión de consolar y deslizar puntos de luz, que cierra el álbum en lo más alto con ‘Good souls’, buscando el amparo de los amigos y las almas nobles, de los santos y los ángeles. Jordi Bianciotto

OTROS DISCOS DE LA SEMANA

Es una reedición, pero a ver cuántos discos nuevos pueden mirar de tú a tú a este álbum de 1982 que ha sido siempre muy difícil de encontrar. Por exuberancia, por variedad de registros, por toda la rabia y también por toda la felicidad que contiene, 'Fodder in her wings' es una estampa vivísima de la Nina Simone más libre. Pasa cuentas con su padre, retrata a media Europa, nos cuenta una noche en una discoteca de Liberia. Lo grabó en Francia pero suena a Caribe, a misa, a canción protesta, a África, a ‘torch song’ y a todo lo que cabía dentro de la inmensa Nina Simone. Feliz redescubrimiento.  Roger Roca

Esta cantante-compositora pop de origen australiano se ha tomado su tiempo para debutar en largo, unos cinco años, y se nota: es brillante “Wake UP!” solo contiene buenas canciones; delicias  aroma sixties y tacto ensoñador sobre temas nada leves, como l estragos sociales del capitalismo o relaciones de pareja que acaban en combates cotidianos y sueños de fuga (excelente “Five and dime”). Mucha atención, en concreto, al tema titular, en el que English suena como una versión (aún) más pop de los añorados Broadcast y se marca el que podría ser uno de los mejores estribillos del 2020. Una artista a seguir de cerca. Juan Manuel Freire

María Lionza es una deidad venezolana asociada al agua y al trueno, y esos elementos se advierten en la música de Pantanito, fresca y retumbante, con fundamento rumbero y receptiva a ricos flujos: guitarras que rockean y ‘soulean’, sintetizadores psicodélicos y bien halladas vistas a Latinoamérica. En el centro están las canciones, callejeras y mágicas, con corazón, palmas y crítica social bajo bandera ‘lolaila’. Es el reconstituyente regreso de José Antonio Bejarano, cordobés establecido en Gràcia, tras dejar atrás (sin enterrarla) la teórica del ‘neocalorrismo’. J. B.

Este EP de cinco canciones es un puente hasta el esperado segundo largo del joven de L’Hospitalet, que ya tenía listo para publicar pero que la covid-19 ha obligado a retrasar. Un trabajo rápido, fresco (grabado en plena cuarentena), pero aún así reflexivo y profundo. En él se puede ver al Morad de siempre (vida de calle, comunidad…) pero también a uno más sentimental. Como en ‘Lo Malo’, donde, además, se acopla perfectamente a un ritmo más pausado y acústico (producido por G. Nuviala) que abre un camino muy interesante. Ignasi Fortuny