CRÍTICA DE LIBROS

Crítica de 'Una niña en camino': la vileza del mundo

Este breve libro de relatos del escritor Raduan Nassar refrenda su consideración como maestro secreto de las letras brasileñas

El escritor brasileño Raduan Nassar.

El escritor brasileño Raduan Nassar. / periodico

Ricardo Baixeras

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El gesto vital de Raduan Nassar (Pindorama, Brasil, 1935) de abandonar para siempre la literatura en 1984 le hubiera bastado para hacerle ingresar en la nómina de esos escritores a los que Enrique Vila Matas les dedicó aquella maravilla que tituló 'Bartleby y compañía': escritores que abandonan el mundanal ruido de la literatura para dedicarse, en el caso de Nassar, a la producción agrícola y a la crianza de animales. Nassar a lo Pynchon y a lo Salinger dando un golpe de efecto al añadir a su vida un enigmático acontecimiento novelesco en forma de renuncia y que de alguna manera aparece en uno de estos cuentos de 'Una niña en camino', 'El vientre seco' que es una carta de despedida: "Después de todo ya he llegado a un acuerdo perfecto con el mundo: a cambio de su ruido, le entrego mi silencio". He aquí un proyecto de vida descrito hasta sus últimas consecuencias.

La falta de quietud y la vileza del mundo se convierten en este libro de sólo 96 páginas en la marca común de todos los relatos. Nassar cartografía un desasosiego que se inicia en una violencia constante mutada a menudo en acritud, ironía, tormento y una sapiencia arcana que convierte este libro en una suerte de crítica voraz de las costumbres. Unas relaciones entre los personajes que están cimentadas por la ira de la pasión. Pero antes que nada por el lenguaje furioso, iracundo y sin perdón porque se está "hablando de la cicatriz siempre presente como un estigma en el rostro de los grandes indiferentes".

En 'Hoy de madrugada'  se relata la trivialidad de los amantes convertida para la mujer en "la progresiva oscuridad que se instalaba para siempre en su memoria". En el impresionante 'A eso de las tres'  se abandona la oficina para llegar a la casa como si se caminara "por una playa desierta". En' Manitas de seda'  la voz del bisabuelo sienta cátedra para que el niño aprenda en qué consiste la vida. Y la vida consiste en esto: "la mayor aventura humana es decir lo que se piensa". En 'El viejo' se está a la espera de que se cuente lo que andan diciendo por ahí a sabiendas de que "en todo hay un clima silencioso de espera"  y, por tanto, lo que se debería revelar queda por decir. En ' Crisantemos'  asistimos al ruido que hacen los presentimientos en doña Ermínia y “la voz hundida” de unos seres que habitan una casa mancillada por “el polvo del viaje”. El que da título al libro es un relato cinematográfico en el que el lector acompaña a una niña en un periplo errático hacia el mismísimo corazón de la brutalidad que se esconde en lo más pueril y cotidiano.

Este es el primer libro que hemos leído de Nassar y no salimos de nuestro asombro y ahora mismo nos vamos a abalanzar sobre sus otras dos obras ('Labranza arcaica' y 'Un vaso de cólera') que constituyen con este libro las brevísimas obras completas de un escritor que ya no se puede olvidar.