CRÍTICA DE CINE

'Superman, hijo rojo': el superhéroe marxista

Sam Liu responde en esta cinta de animación a la pregunta: ¿qué había pasado si Kal-El, el bebé procedente del planeta Krypton, hubiera llegado a la antigua Unión Soviética en vez de a los Estados Unidos?

Fotograma de 'Superman, hijo rojo'

Fotograma de 'Superman, hijo rojo' / periodico

Quim Casas

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Puestos a realizar una película de animación sobre Superman en el 2020, ningún director mejor que Sam Liu, que en las dos últimas décadas ha animado aventuras de Batman (en una incluso contra Drácula), Thor, Hulk, La Liga de la Justicia, Escuadrón Suicida, Wonder Woman y otros personajes tanto de DC como de Marvel. Ya dirigió la versión animada de uno de los títulos más icónicos del Hombre de Acero, 'La muerte de Superman', y ahora le hinca el diente, con un grafismo efectivo y a veces un tanto naif para los tiempos que corren, a otra de las obras más determinantes sobre el superhéroe procedente de Krypton, 'Superman, hijo rojo'.

El cómic original, escrito por Mark Millar, es ucrónico y presenta una realidad alternativa muy interesante. ¿Qué pasaría si Kal-El, el bebé procedente del planeta Krypton, hubiera llegado a la antigua Unión Soviética en vez de a los Estados Unidos, y ahora Superman defendiera las teorías de Stalin y creyerá en Marx, la colectivización del trabajo y el movimiento obrero universal?

Son tiempos más que adecuados para este tipo de ficciones utópicas; recuérdese la serie televisiva 'The man in the hight castle', en la que Japón y Alemania ganan la segunda guerra mundial, o la reciente adaptación catódica de 'La conjunta contra América', la novela de Philip Roth que especula con unos Estados Unidos gobernados por el héroe de la extrema derecha Charles Lindbergh.

El trabajo de Millar es muy rico en matices que quedan algo desdibujados en la traslación en imágenes animadas. Estéticamente, 'Superman, hijo rojo' es bastante fiel al trazo original y su disposición de los colores, con evidente preminencia del rojo, mientras que argumentalmente carece de la misma densidad.

Pero en tiempos de replanteamiento y reactivación de los personajes clásicos del mundo de los superhéroes –y no hay ninguno que tenga la misma dimensión casi de deidad indestructible que Superman, quizá con la excepción de Thor–, la película de Liu suma una interesante muesca más y ahuyenta bastante bien el panfleto ideológico en el que muchas veces las historias de superhéroes nacionalistas también han caído de bruces.