CRÍTICA DE CINE

'Victory day': el trauma es una fiesta

Sergei Loznitsa deja que el espectador deambule por las imágenes de 'Victory day' como un visitante más en el parque Treptower de Berlín

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Nando Salvà

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Cada 9 de mayo, en diversos países -especialmente en los que pertenecieron a la Unión Soviética o a la Europa comunista- se conmemora la victoria del Ejército Rojo sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Sorprendentemente, el acontecimiento se celebra también en varios puntos de Berlín. Y uno de ellos, el parque Treptower, es el escenario donde el ucraniano Sergei Loznitsa coloca estratégicamente su cámara para capturar a la multitud.

A través de ella contemplamos a quienes lucen uniformes y trajes típicos, a quienes se toman incontables selfies, a quienes ondean banderas y a quienes pronuncian discursos. Vemos a adolescentes que practican coreografías marciales, a ancianas que llevan consigo viejas fotos de soldados, a grupos de amigos que beben vodka y cantan canciones tradicionales mientras otros asistentes hacen cola para acercarse al monumento que recuerda a los soviéticos caídos en combate, a un hombre obviamente ebrio que viste una camiseta estampada con un busto de Putin que recuerda a Terminator. En el parque coinciden moteros, grupos escolares, veteranos de guerra y turistas para formar una maraña de actitudes, tendencias políticas e ideologías.

Inmersión total

Loznitsa deja que el espectador deambule por las imágenes como un visitante más, que oiga fragmentos de audio y minúsculos pedazos de conversaciones y arengas. Por momentos, la pantalla se llena hasta tal punto de gente que se convierte en un mero amasijo de formas y colores, y todo ello es capturado de la manera más austera. En la película no hay voces en off, ni bustos parlantes, ni música que no sea diegética, ni ninguna técnica que obstaculice nuestra inmersión. Y esa apuesta formal no es el único punto de conexión entre 'Victory day' y otra no-ficción reciente de Loznitsa, 'Austerlitz' (2016), en la que documentó el turismo comercial en los campos de concentración alemanes; en ambas películas lo importante no es lo que los asistentes conmemoran, sino cuáles son sus verdaderos motivos para hacerlo. Sobre el papel una oportunidad para llorar a quienes murieron en la guerra, la cita en Treptower se revela en cambio como una elegía por la pérdida de la identidad soviética, y como una aterradora celebración del nacionalismo más fanático.