FIESTA VIRTUAL

Un Sant Jordi raro y confinado

En sus 89 años de historia. la 'diada' del libro y la rosa no había dejado de celebrarse ni en la guerra civil, aunque hubo de cambiar ocho veces de fecha

La Rambla de Barcelona, totalmente vacía, en la víspera del Sant Jordi 2020

La Rambla de Barcelona, totalmente vacía, en la víspera del Sant Jordi 2020 / periodico

Julián García

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Hace 89 años, el 23 de abril de 1931, se celebraba en la joven Barcelona republicana la primera 'diada' del libro y de la rosa. Desde entonces, la fiesta jamás se ha dejado de celebrar, ni siquiera durante la guerra civil, aunque en ocho ocasiones hubo de cambiar de fecha por razones diversas, la mayoría por coincidencia con celebraciones religiosas como el Viernes Santo o el Lunes de Pascua.

Este 23 de abril del 2020 no habrá fiesta de Sant Jordi en la calle a causa de las medidas de distancimiento por el coronavirus. Un Sant Jordi, por tanto, confinado y anómalo; un Sant Jordi en casa, sin puestos de libros y rosas ni autores estampando firmas ni público tomando vivamente las calles. La Cambra del Llibre y el Gremi de Floristes cruzan ahora los dedos para que este 2020 no sea el primero de la historia sin 'diada' y que, como mal menor, la fiesta pueda celebrarse dentro de tres meses, el 23 de julio, tal como acordaron el pasado día 14. No parece probable que pueda ser así,  pero se trata de combatir tanto al virus como al  desánimo.

Será el de hoy un Sant Jordi virtual en el que, a pesar de la aflicción y la extrañeza, seguirá habiendo libros y rosas. Claro que sí. Las librerías están cerradas, pero se pueden comprar libros. Más allá de los gigantes internacionales de venta a domicilio, hay plataformas como Libelista, Adopta una Llibreria o Llibreries Obertes que permiten adquirir el libro físico online y que te lo dejen en el ascensor; o comprar por adelantado para recogerlo cuando las librerías vuelvan a abrir. También las editoriales se han volcado en intentar mantener, a través de las redes sociales, el imprescindible contacto entre autores y lectores a través de firmas de libros virtuales o encuentros 'online'. Porque, asumiendo que este raro Sant Jordi dejará tras de sí un severo reguero de damnificados (editoriales, librerías, autores), la llama debe seguir viva.