CRÍTICA DE LIBROS

'Noche y océano': una rapsodia contra la precariedad

Raquel Taranilla deslumbra con su primera novela, 'Noche y océano', con la que conquistó el premio Biblioteca Breve

Raquel Taranilla, en Barcelona en febrero

Raquel Taranilla, en Barcelona en febrero / periodico

Domingo Ródenas de Moya

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En 2015 publicó Raquel Taranilla un libro impresionante, 'Mi cuerpo también' sobre su experiencia de enferma de cáncer. No era un mero testimonio sino un crónica minuciosa y un análisis sereno y riguroso -incluso en términos académicos- del durísimo proceso de la enfermedad y de los efectos somáticos y psicológicos de su tratamiento. Cinco años después ha obtenido el premio Biblioteca Breve con su primera novela, 'Noche y océano', y en ella quedan trasvasadas y magnificadas las virtudes de aquel ensayo. Ante este debut narrativo, y pensando en escritoras como Marta Sanz, Cristina Morales, Aixa de la Cruz o Marina Perezagua (¡pero son muchas más!) es difícil evitar la impresión de que el presente literario, de un criticismo que escuece, es femenino.

La palanca de arranque de la trama, el robo en el cementerio berlinés de Sathnsdorf de la cabeza del cineasta F. W. Murnau (el realizador de 'Nosferatu') y el consiguiente misterio sobre la identidad y motivos del profanador, es un burladero. Porque lo que interesa a Taranilla no es armar un 'thriller'' con su revelación paulatina del enigma, sino algo que trasciende los protocolos de un género literario: desnudar la sociedad de la sobreinformación que nos empequeñece, señalar acusadoramente la trivialización y mercantilización de la cultura, retratar la desoladora precariedad profesional, económica y existencial de muchos profesores universitarios, perdidos en un laberinto llamado "carrera académica" del que ya no pueden ni saben salir. A no ser que, después de años de pelear por su futuro, bajen los brazos, claudiquen y admitan su derrota.

Crisis existencial

Es lo que le ocurre a la narradora, Beatriz Silva, experta en sociología del turismo, autora de cuarenta y tantos 'papers' cuyo sentido, de pronto, se le desmorona: para qué toda esta verborrea hueca que nadie va a leer. A sus 32 años, habiendo culminado en años de duro quehacer académico la cima de la precariedad, se siente vencida y se rinde. La propietaria de la casa en que vive de alquiler le anuncia que su amigo Quirós se instalará con ella durante un tiempo: se trata de un 'friki' apasionado con la obra de Murnau que prepara un documental sobre el rodaje en la Polinesia de su último film, 'Tabú'. Quirós, con su compañía impuesta e intermitente, va a ser un objeto de deseo, a la vez que un ejemplo de cómo obsesionarse con una investigación que a casi nadie interesa.

Pero, como he dicho, la trama sobre Murnau, que se desarrolla con una erudición nada desdeñable, funciona como bastidor de una escritura torrencial, irrefrenable, centrífuga, que atrae todos los asuntos que pasan por su órbita, de una prosa bulímica que en un momento la narradora describe como "discurso canceroso" porque prolifera en múltiples direcciones sin orden, enmarañando y 'enmarranando' (la palabra es suya) todo cuanto arrastra. Esta errancia discursiva, con algo de síndrome de Diógenes de los datos, es una imagen cabal del modo en que nos movemos en un universo hipersaturado de información. Taranilla ironiza sobre ello y provoca al lector para que él también se lance (a internet) a pescar ciertos datos. Por ejemplo, cuando Bea Silva desiste del juego de buscar qué habían hecho a sus 32 años -por comparar sus logros consigo misma- todos cuantos cita, desde Marx al pintor Robert Delaunay, que es de quien adopta el juego.

En la fragua de 'Noche y océano' hay muchos años de empeño y una tupida e irónica urdimbre de 'links' culturales en la que brilla la autoconsciencia de la autora y su imperiosa necesidad de ajustar cuentas. Nada personal, más bien generacional, aunque el talento resplandeciente sea solo suyo.