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Crítica de 'Selah and the Spades': llega una gran directora

Tayarisha Poe debuta en el largo con un insólito drama adolescente sobre prestigio y poder

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Juan Manuel Freire

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Lo que empezó como proyecto artístico multidisciplinar acabó, tras la mediación del Sundance Institute, en un primer largo ambicioso y revelador, anuncio de la llegada de una gran directora. 'Selah and the Spades' es algo que ya se ha visto muchas veces (un ensayo sobre prestigio y poder en el microcosmos de un instituto, en este caso privado) como prácticamente nunca se ha mostrado.

La Selah del título (Lovie Simone) es la popular líder de The Spades ('Las Picas'), una de las cinco pandillas alrededor de las cuales se estructura la vida social del Haldwell School, y entre las que se libra una guerra constante. The Spades tienen como función principal el suministro de drogas al alumnado; Maxxie (el gran Jharrel Jerome de 'Moonlight' y 'Así nos ven') trae el material desde un barrio donde pocos osarían poner un pie, mientras que Selah lo empaqueta en papelinas de colores. A punto de graduarse, nuestra antiheroína busca sucesora, y la aficionada a la fotografía Paloma (Celeste O'Connor) parece la protegida perfecta hasta que se demuestra… demasiado perfecta.

Poe abraza tradiciones temáticas del drama estudiantil, pero busca su propio lenguaje (literario y visual), sus propios ritmos, su propia e idiosincrásica forma de hacer las cosas. Lo que no significa que su visión surja de la nada. Se advierten rastros de la sátira racial y de clase de 'Dear white people', película y serie, y la musicalidad jazzy de su debut conecta con la obra de Terence Nance, quien no casualmente aparece como productor. Por momentos, es como si Anna Rose Holmer (directora de 'The fits') se marcara un remake de 'A por todas'.

Queda una 'teen movie' insólita, esquiva, a la vez intelectual y sensorial, a veces algo frustrante en su calculada languidez, pero de la que es imposible apartar la mirada en ningún momento. Su mejor parte debe ser el clímax final en la rave, cuando tanto directora como antiheroína pierden un poco el autocontrol.

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