CRÍTICA DE CINE
'Palm Beach': problemas de gente rica
Algo así como una versión entrada en años de 'Reencuentro' (1983), 'Palm Beach' reúne a un grupo de viejos amigos en las soleadas costas del barrio de Sydney del título para celebrar el cumpleaños de uno de ellos a base de lujo, diversión, litros de alcohol del bueno y marisco y cariñosas anécdotas del pasado. A medida que pasan los días, por supuesto, las tensiones se van cocinando a fuego lento a medida que afloran viejos conflictos y secretos.
En el proceso, mientras avanza entre comidas y cenas y planos de paisajes que no desentonarían en un anuncio de agua mineral, la película ofrece una mezcla más bien anodina de apuntes sobre los sinsabores de la edad madura -la paternidad, el retiro, el miedo a la enfermedad-, comedia facilona -incluido un gag que combina yoga y flatulencias- y momentos de supuesta intensidad dramática. Si estos últimos a menudo no logran la emotividad buscada es por falta de interés de la directora Rachel Ward en de dotar de urgencia el relato, porque la naturaleza coral del reparto dificulta que las personalidades distintivas de cada personaje afloren y porque la molesta aura de opulencia y privilegio que los rodea es un obstáculo casi insalvable a la hora de empatizar con ellos.
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