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Crítica de 'Tigertail': del romanticismo a la realidad
Alan Yang, cocreador de 'Master of none', debuta en la dirección de largos con un drama inspirado en la experiencia migratoria de su padre
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
En su debut en el largo, Alan Yang, cocreador de 'Master of none' y coproductor ejecutivo de 'Little America', sigue explorando las singularidades de la experiencia asiático-estadounidense; esta vez, no tanto la de los llamados inmigrantes de segunda generación, hijos de extranjeros nacidos en Estados Unidos, como la de sus progenitores.
El personaje central de 'Tigertail', Pin-Jui, es un trasunto de su propio padre, quien provee la voz en off de estoico acento taiwanés que abre y cierra la película. El relato alterna entre un pasado idealizado, de colores saturados, y un presente de tacto más frío, acorde a la decepción existencial del personaje. Pese a las penurias económicas de su vida en Taiwán, el joven Pin-Jui (Hong-Chi Lee) irradiaba pasión, como se muestra en escenas de amor, fugas y baile con un ardor fotográfico cercano al cine de Wong Kar-wai. Cuando se trasladó a Nueva York del brazo de su esposa concertada (Kunjue Li), que no del verdadero amor de su vida (Yo-Hsing Fang), esa energía interior empezó a apagarse lentamente: el precio personal del sueño americano fue demasiado alto.
Como en 'Dolor y gloria', con la que admite comparaciones emocionales y estructurales, seguimos a un personaje, el Pin-Jui maduro (excelente Tzi Ma), haciendo frente a los múltiples remordimientos que le corroen: dejó Taiwán sin despedirse de su verdadera amada; impidió desarrollarse a su esposa, y en algún momento perdió la comunicación con su hija (Christine Ko).
En tiempos de historias hipertrofiadas, se agradece el claro afán de simplicidad (con ese objetivo, Yang llegó a cargarse un puñado de escenas rodadas con el popular John Cho), pero a menudo el director traiciona a su referente Hou Hsiao-hsien para hacer que todo vaya demasiado rápido, como si tuviera miedo a que el espectador perdiera la paciencia. Es un raro caso de narrativa demasiado comprimida; su combinación de lirismo, ternurismo y melodrama requería algo más de aire para dejar el poso necesario.
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