muy seriemente

'Tiger King', una docuserie demencial

Netflix desembalsa en siete capítulos a cual más loco la pantanosa vida de Joe Schreibvogel, traficante de felinos actualmente enjaulado y, según se mire, la versión sin fortuna de Donald Trump

zentauroepp52974667 tiger king200330184853

zentauroepp52974667 tiger king200330184853 / periodico

Carles Cols

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El aviso vino del otro lado del Atlántico, desde el confinamiento que con su arisca gata Talula sobrelleva sola en Nueva York Idoya Noain, corresponsal en Estados Unidos. “Oye, aquí no dejan de hablar de ‘Tiger King’, de Netflix”, me hizo saber días atrás. Cierto. Rachel Syme, firma destacada en ‘The New Yorker’, confesaba, por ejemplo, que encerrada en casa por el covid-19 hizo un primer intento de revisitar ‘Anatomía de Grey’, pero que se enojó al ver que en la ficción nunca faltaban mascarillas en el hospital, así que lo dejó, y entonces, casi con desgana, probó con ‘Tiger King’. “De repente habían pasado siete horas”. Así tituló Syme su crítica seriófila. Mientras, en ‘The Washington Post’Emily Yahr despiezaba ‘Tiger King', tal vez con excesivos detalles, aunque técnicamente no puede considerarse que realizara anatemáticos ‘spoilers’, porque la serie es en realidad un documental sobre el insano enfrentamiento que durante años mantuvieron Joseph Schreibvogel, alias Joe Exotic, criador y traficantes de grandes felinos, propietario de un zoo en el que exhibía con cuestionable ética a más de 200 tigres y leones, y Carole Baskin, una dudosa defensora de los animales y, lo que son las cosas, dueña de otro lucrativo centro de exhibición de fieras. Resumir ‘Tiger King’ así de brevemente es injusto. Yahr, la crítica de ‘The Washington Post’, invitaba en su análisis a no pasar por alto el título completo de la serie, ‘Tiger King: asesinato, violencia y locura’. Bien visto, pero como resumen también se queda corto.

Los tigres, eso pronto queda muy claro, son solo un decorado en la serie, aunque, ¡glups!, de vez en cuando se come un brazo

Toca mojarse y decirlo ya alto y claro. Aunque carente de toda ética profesional, esto es una demencial obra maestra. No por lo que cuenta, sino por lo que los directores, Rebecca Chaiklin y Eric Goode, han sido capaces de hacer, reunir un pantano de información e imágenes y desembalsarlo ordenadamente, de modo que no hay capítulo sin sorpresa. Es más, cada uno supera al anterior. Joe Exotic, gay, palurdo y hortera, y Carole Baskin, vestida casi siempre con estampados felinos con los que tal vez pretenda camuflar su oscurísimo pasado, son solo una parte del reparto de esta desopilante historia que incluye un traficante de drogas que utilizaba serpientes como muleras, otro siniestro coleccionista de tigres, polígamo como Joe Exotic, pero en ese caso heterosexual, un empresario del submundo de los locales de ‘stripers’ metido a confidente del FBI y un sinfín de cuidadores de felinos que componen un cuadro jamás visto desde que en 1932 Tod Browning rodó ‘Freaks’.

Los tigres, leones y hasta algún ligre, eso resulta obvio a estas alturas del texto, son solo en ‘Tiger King’ un decorado de fondo, siempre que se acepte, como es el caso, que un decorado es capaz de comerse ante las cámaras el brazo de una cuidadora, Kelci Saffery, que a los siete días volvió la mar de pancha al trabajo con un muñón. En Estados Unidos hay más tigres cautivos que en todo el mundo en libertad. Buscado el dato, solo por curiosear, el tigre nefandamente humillado en ‘Resacón en Las Vegas’ era realmente de Myke Tyson, así que parece que la compra y venta de grandes felinos es muy común en EEUU.

La cuestión, por responder a Idoya, recelosa del éxito de la serie, es que la sensación que está causando ‘Tiger King’ allá en su ciudad, Nueva York, es comprensible, aunque en cierto modo sorprendente. ¿Quién necesita a Joe Exotic cuando tiene a Donald Trump de presidente? Es una pregunta oportuna para la que hay una posible respuesta. Joe Exotic, actualmente enjaulado por intento de asesinato y parece que entusiasmado con el retrato que sobre él se hace en la serie, no es más que un Trump sin fortuna, un fantoche, un tipo capaz de surfear sobre las olas de la fama televisiva siempre en beneficio propio, nunca a favor de sus conciudadanos y menos aún de los tigres. Que Joe Exotic se postulara a presidente de los Estados Unidos en las mismas elecciones en que Trump derrotó a Hilllary Clinton (disculpen el ‘spoiler’) a lo peor es una señal de los malos tiempos que se avecinan. Si el coronavirus es solo la primera de las siete trompetas de Apocalipsis de San Juan (ahora disculpen la palabra soez) estamos jodidos. Antes de que suene la segunda, si lo desean, ‘Tiger King’.