CRÍTICA DE CINE

'Nightmare cinema': un homenaje al terror de serie B

Una entretenida antología de cinco relatos de terror clásico, misteriosos o divertidos

Un fotograma de 'Nightmare cinema'

Un fotograma de 'Nightmare cinema'

Quim Casas

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'Nightmare cinema' es una simpática antología cinematográfica de relatos de terror de serie B, en la línea de 'Creepshow' y 'Bolsa de cadáveres', auspiciada por un todoterreno del género como es Mick Garris, quien además dirige el último de los cinco episodios de los que consta la película.

Al inicio de cada historia, un personaje entra en un cine, el Rialto. Está situado en un barrio solitario, no hay taquillero ni acomodador y mucho menos otros espectadores en la platea. Primero una chica que discute con su novio por el móvil, después una pareja, un sacerdote, una mujer de mediana edad y un adolescente, entran curiosos en el misterioso local, se sientan en una butaca y empiezan a ver una película de la que ellos, y sus más recónditos miedos, son los protagonistas.

La primera, dirigida por el cubano Alejandro Brugués (autor de la comedia de zombis 'Juan de los muertos'), se centra en el enfrentamiento en un bosque entre unos jóvenes y un soldador asesino. Es 'ultragore', contiene una escena muy divertida (la de los cuchillos entre uno de los jóvenes y el sicópata) y un curioso giro final. Puro terror B.

La segunda, realizada por Joe Dante, está ambientada en una clínica de cirujía estética. Una chica con una gran cicatriz en la mejilla izquierda es víctima de los experimentos de un 'mad' cirujano plástico. “No le tendrás miedo al espejo jamás”, le dice a la protagonista. Pues será todo lo contrario. Es un Dante muy menor, pero al final incorpora el personaje del proyeccionista del cine, un coleccionista de muertes: que lo interprete Mickey Rourke, que se ha operado el rostro no sé cuantas veces, impone un toque de auto-parodia.

Ryuhei Kitamura firma el peor de los episodios, bastante mal realizado y peor interpretado, en torno a una serie de posesiones diabólicas en una escuela religiosa, con otro festival gore de cabezas decapitadas y miembros cercenados. El mejor lleva el sello de David Slade, autor de títulos estimables como 'Hard candy' y el episodio de 'Black mirro'r titulado 'Bandersnatch'. Es una auténtica pesadilla en blanco y negro en la que una mujer solo ve seres deformados, que no lo son, en escenarios putrefactos; es una realidad paralela que no desentonaría como episodio de The twilight zone.

Garris cierra la antología con las desventuras de un joven, auténtico prodigio del piano, que ve cómo un delincuente asesina a sus padres. Él, también tiroteado, logra ser salvado por los médicos, aunque ha estado 17 minutos muerto, tiempo suficiente para tener una conciencia distinta, ver otros muertos y luchar contra la presencia de su madre, que quiere llevárselo al más allá. La originalidad es que se enfrenta tanto a lo sobrenatural (la madre muerta) como a lo real (el asesino que va al hospital para rematarlo).