EL LIBRO DE LA SEMANA

Crítica de 'Algo en lo que creer': el espinoso asunto de la fe

Nickolas Butler explora en su última novela los entresijos espirituales de la creencia de la mano de un memorable personaje castigado por la pérdida

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Mauricio Bernal

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La muerte de Madeline Kara Neumann sacudió a la sociedad estadounidense recién iniciada la primavera del 2008. El 23 de marzo, la pequeña, de 11 años, murió en el pequeño pueblo de Weston víctima de una diabetes sin diagnosticar y de la decisión de sus padres de prescindir de cualquier tratamiento médico, y de curarla mediante la oración. Los dos eran pentecostalistas y creían en la sanación por medio de la fe. "Se estima que cientos de niños, sino miles, mueren cada año en Estados Unidos a causa de enfermedades tratables, debido a que sus padres o tutores legales optan por rezar por ellos en lugar de recurrir a la medicina o la ciencia".

La cita forma parte de la nota del autor que cierra la última novela de Nickolas Butler, 'Algo en lo que creer' (Libros del Asteroide), inspirada en esos acontecimientos. La última obra hasta la fecha del autor de la celebrada 'Canciones de amor a quemarropa' es una ficción levantada a partir de la realidad que apunta al corazón de la cuestión: la fe (de hecho, su título en inglés es más expresivo, 'Little Faith', 'Poca fe'). No es un asunto menor, al contrario: nos atraviesa a todos. ¿En qué creemos? ¿En qué depositamos nuestra fe? Para vehicular su historia, Butler moldea con sumo acierto a Lyle Hovde, un hombre mayor, abuelo del niño cuya integridad será confiada a la creencia –Isaac–, cuyos cimientos espirituales fueron minados sin remedio cuando perdió en su día a su pequeño hijo. "Lo cierto era que Lyle no creía en Dios”, escribe Butler. “O, al menos, no estaba seguro de hacerlo. No desde la muerte de Peter. Era como si, desde entonces, le hubieran drenado la voluntad de creer, la energía necesaria para hacerlo".

Creer, en efecto, requiere energía, que es lo que desborda la personalidad combustible de su hija adoptiva y madre de Isaac, Shiloh, pareja de un predicador / embaucador de dudosa moral; una mujer que ha decidido regir su vida precisamente por esa fe de la que su padre carece, y que está dispuesta a apostar la vida de su hijo en su defensa. El conflicto que crece en intensidad entre padre e hija, y que Butler cuece a fuego lento, llevando inteligentemente al lector hacia un clímax en el importa menos el lugar de llegada y más el tránsito dramático, a veces tiene el aire de un ingenioso ardid narrativo que le sirve para hablar de lo que realmente le importa: la crisis de fe de un hombre marcado desde temprano por la tragedia.

Butler es un buen escritor y esquiva con habilidad el maniqueísmo: su personaje principal, Hovde, no es un hombre que haya decidido simplemente no creer. Es un hombre con dudas. Un hombre que lleva años acudiendo a la misa dominical porque su viejo amigo Charlie es el pastor, y porque le transmite de vez en cuando algo de su propio extravío espiritual; un hombre con curiosidad y hambre de saber, o de entender, que encuentra en las charlas con Charlie y con su primo Roger, misionero en Costa de Marfil, al mismo tiempo luz y desconcierto. ¿En qué decide creer un ser humano? La magnífica secuencia final arroja luces y preguntas, que es lo que debe exigirse de la buena literatura. Butler ha escrito, y no es poco, una historia que importa. Como siempre, habla del hombre estadounidense, y como es de esperar, del hombre en general.