CULTURA DE CUARENTENA

El Petit de Cal Eril: "Pagas por ver películas, ¿pero los conciertos deben ser gratis?"

Joan Pons señala que los festivales en 'streaming' "están bien y se hacen de buena fe", pero que "habrá que comenzar a pensar en el retorno que generan"

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Jordi Bianciotto

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Los conciertos en ‘streaming’ que proliferan estos días tienen en común la gratuidad, con matices en el caso de aquellas iniciativas que, como el Cuarentena Fest, invitan al público a realizar una donación económica (con opciones de 3, 5, 10 euros u otra cantidad). Llueve sobre mojado: después de soportar, desde principios de este siglo, la caída de ingresos por la venta de discos, ¿debe ahora el mundo de la música resignarse a regalar también sus actuaciones?

Para los artistas más tiernos, situarse en una de las plataformas, codeándose quizá con nombres de mayor peso, representa una oportunidad para promocionarse, defiende Concepción Sáez-Royuela, impulsora de Mi Casa Es Festival. Ella es una fan de la música que este mismo domingo, “sola y sin ningún recurso externo”, decidió montar este escaparate de bandas con la misión de “entretener a la gente” en estos días extraños. “Es una iniciativa voluntaria, tanto por mi parte como de los artistas, y por eso funciona bien en los más jóvenes, que lo que quieren es tocar y darse a conocer”.

Cine vs. música

La posición puede cambiar cuando hablamos de artistas con trayectoria, profesionales como Joan Pons (El Petit de Cal Eril), que se ha prestado a actuar en el Cuarentena Fest el 24 de marzo y que no entiende cómo en las redes (lo ha observado este mismo lunes) se puede llegar a criticar que se abra una ventana para el donativo. “Lo que está ocurriendo saca lo mejor y lo peor de cada uno. Gente que paga cuotas mensuales por la luz, por internet, por Netflix, HBO o Movistar+, y luego, ¿dice que estos conciertos deben ser gratuitos?”, se admira Pons. “Me parece increíble”.

Para el músico de Guisona, que ha trabajado como productor para artistas como Ferran Palau, Els Pets y Germà Aire, “montar festivales en ‘streaming’ está bien, y se hace de buena fe, pero habrá que comenzar a pensar en el retorno que generan”. Pons lamenta las iniciativas surgidas con el propósito de “amenizar” la soledad y el aislamiento que podamos sufrir estos días, sin mayores condicionantes. “La música no es gratis ni puede serlo”, subraya. “Y uno de los colectivos que lo pasará mal es el de los músicos. Seguiremos teniendo los mismos gastos, pero no los ingresos por los conciertos perdidos”.

Hablamos de un sector que ha debido encajar el lento hundimiento de la facturación en concepto de grabaciones discográficas y que se ha aferrado al directo como principal ‘modus vivendi’. “El 95% de nuestros ingresos viene de los conciertos y del ‘merchandising’, los discos y camisetas que vendemos en las actuaciones. Y ahora, esta cifra baja a cero”. Por no hablar de “los instrumentistas y los músicos de jazz que hacen cuatro bolos a la semana a 60 euros cada uno”. El problema es, por tanto, “de fondo”.