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Cuatro artistas repasan la historia y las canciones del teatro musical

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Eduardo de Vicente

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El teatro musical tiene lugares emblemáticos como el Paral·lel barcelonés, la Granvia madrileña o el West End londinense, pero el paraíso perdido de todos los amantes del género es Broadway, el distrito de Manhattan que se asocia a las grandes representaciones. Citarlo supone transportarnos al centro de Nueva York y soñar con esos espectáculos que ya llevan más de un siglo haciendo disfrutar a los aficionados. A este mítico enclave está dedicado un completo montaje que acaba de reponerse en una nueva versión en el Almería Teatre y que puede verse los lunes por la noche, Records a Broadway.

Actores, cantantes y músicos

La función repasa la historia del género desde sus inicios hasta nuestros días por medio de breves anécdotas y algunas de sus canciones más populares. Todas ellas están interpretadas por cuatro excelentes cantantes: Alexandre Ars, Ferran Enfedaque (ambos en Carrie: el musical), el guitarrista Eudald Planchart y Joan Sáez (El futbol es així de gai, 9 to 5) que también se ocupan de la parte instrumental con piano, guitarra y otros elementos como un tambor o unos pequeños platillos.

A la llegada, los actores vestidos de camareros nos llevan hasta nuestra mesa (se pueden consumir bebidas). Van elegantemente vestidos con una camisa y pantalones negros y una chaqueta blanca. El escenario está ocupado por unos focos y algunos enseres teatrales como un baúl. Nos explican que son cuatro jóvenes a los que no les queda más remedio que trabajar en un bar neoyorquino (todo un tópico) mientras esperan que les llegue la oportunidad de convertirse en estrellas.

Los primeros años del género

El clásico Give my regards to Broadway, en versión catalana como el resto de canciones, abre la función y nos recuerdan los inicios de la calle 42 y adyacentes para pasar a otro tema inolvidable, el Fés de clown con unos movimientos que rememoran la versión de Donald O’Connor en Cantando bajo la lluvia. Se cuentan los primeros pasos de las Follies del mítico empresario Florenz Ziegfeld o la revolución que supuso la aparición de George Gerswhin, escenificada con A l‘estiu (Summertime) de Porgy and Bess, un momento mágico con luces cálidas, deliciosos juegos de voces y casi a cappella.

Viajamos a continuación a los años de la Ley Seca y nos sitúan en los bares donde se reunían los compositores como Jerome Kern, Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II y los homenajean combinando És un riu vell (Old man river, de Showboat) Oklahoma. Y es que no paran de aparecer jóvenes autores que renuevan el género como Cole Porter que aporta gotas de sensualidad en Ja tinc calor (Too darn hot), número que aprovechan para mezclarse con los espectadores. Unas notas del Edelweiss de Sonrisas y lágrimas (The sound of music) sirven para explicar el insólito hecho que se produjo el día en que falleció Hammerstein.

Los grandes autores de los años 60 y 70

Stephen Sondheim protagoniza el siguiente bloque que arranca con un maravilloso resumen de las canciones de West Side Story que se convierte en otra de las escenas inolvidables del espectáculo con un desenlace que es una auténtica delicia. Pero el festival Sondheim aún prosigue para luego pasar a un medley con temas como On són els clowns (Send in the clowns), Losing my mind o Being alive.

Los años 60 y 70, la revolución psicodélica y las drogas blandas nos llevan a Gospel y a Hair para entrar en el mundo de Andrew Lloyd Weber con su Jesucristo Superstar hippie pasando por Sunset Boulevard y Till I hear you sing (lo único aprovechable de la olvidada continuación del Fantasma de la Ópera, Love never dies). No podían faltar sus rivales de esa época, Schönberg y Boublil, los creadores de Miss Saigon, representados con uno de los temas más divertidos de Los Miserables.

Los títulos más recientes

La siguiente etapa cuenta que una famosa factoría animada (a la que no mencionan pero todos sabemos de lo que hablan) se apodera de los teatros con sus versiones de sus películas y la abordan con bastante ironía y un tanto de sorna para centrarse en una divertida adaptación de Be our guest. El tramo final consiste en un repaso de los últimos musicales creados por las nuevas generaciones de Rent a Hamilton pasando por Wicked. Un bis con final sorpresa cierra este espectáculo.

Es todo un regalo para los amantes del género que recordarán su historia y sus canciones de la mano de cuatro maravillosos cantantes que pueden recordar a los Jersey Boys y cuyas voces empastan tan bien que, a veces, hasta te sobran los instrumentos y desearías que cantaran más sin acompañamiento alguno. Destaca por las traducciones al catalán de las letras tan fieles como cuidadas (obra de Rosa Colell y Antoni Font-Mir, también director del montaje), unos arreglos puestos al día, obra de Arnau Tordera (Obeses) y unas coreografías sencillas pero eficaces y nostálgicas (de Alexandre Ars). Los artífices de Broadway estarían satisfechos y llorarían de emoción...