CRÍTICA DE SERIE

Crítica de 'El visitante': contra el demonio de la pérdida

El gran éxito de HBO en este principio de año ha conjugado con habilidad el factor sobrenatural y la cruda realidad

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Juan Manuel Freire

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De la fusión de un argumento de Stephen King y la mano como guionista del poeta del crimen Richard Price ha surgido una entidad tan curiosa como fascinante, 'El visitante', en el cruce del relato sobrenatural con el drama policial más descreído, realista y crudo. Raramente se ha explorado con tanta paciencia qué significaría para una mente racional, o un puñado de ellas, tratar de aceptar que lo imposible vive entre nosotros. Y que tiene hambre.

El monstruo de 'El visitante' no tiene forma clara ni definida, sino que va cambiando de rostro conforme da un arañazo a pobres incautos que se cruzan en su camino; a otros los convierte en esclavos psíquicos mientras completa su proceso de transformación. Es tan imposible de explicar, de aceptar, como la muerte, en particular la de un niño. Al tiempo que trata de averiguar quién o qué esta matando a los hijos de otros, el inspector de policía Ralph Anderson (Ben Mendelsohn) sigue aprendiendo a convivir con la pérdida de su hijo a manos del cáncer, algo que no sucedía en el libro de King; en él Derek solo estaba de campamento.

Bajo la doble carga del monstruo real y el metafórico, 'El visitante' fue, en su recta inicial, una serie de severidad importante, que no impostada: una especie de revisión fantástica de 'The night of' (también fotografiada por el croata Igor Martinović), aunque Price aseguró que solo vio la coincidencia durante las entrevistas de promoción. La música de Saunder & Jurriaans ayudaba desde la sutileza tanto al pathos como al pánico.

Después, poco a poco, igual que mutaban esos créditos cortesía de la compañía Elastic, se fue haciendo levemente la luz. El procedimental amargo ganó dulzura con la llegada de la singular detective Holly Gibney (Cynthia Erivo), aunque el dolor no desapareciera de la ecuación. Y la serie derivó finalmente en aventura crepuscular sobre un curioso grupo humano (Peterson, Gibney, el gorila de strip club encarnado por Paddy Considine, el atribulado abogado encarnado por Bill Camp) en busca de una amenaza del más allá en la Cueva del Oso, es decir, algo bastante cerca de la mitad adulta de 'It'. Siempre con diálogos creíbles pero poéticos de Price.

A la altura del penúltimo episodio, Ralph Anderson había dejado de usar el condicional para referirse a lo imposible. Y en el último se dirige hacia el mal con determinación, casi indiferente a las balas y luego a las estalactitas, como si acabar con ese demonio intangible sirviera para vengar la pérdida personal. A pesar de la luz y los chistes, que los ha habido, el luto ha permeado cada imagen de 'El visitante' casi hasta el final.

Decimos "casi" porque, atención, la serie no acaba cuando parece hacerlo y se añade una secuencia poscréditos que lo cambia todo, incluso la orientación de la casi obligatoria secuela. Ya no habrá novela de King en la que apoyarse, pero Price se ha mostrado más que dotado para simplificar a la vez que ampliar el material original y dotarlo de emoción extra. Si él está dispuesto a seguir, como parece, nosotros también.