CRÍTICA DE MÚSICA

Giulia Valle y un Carlos Cano multiplicado

El homenaje al cantautor granadino en el Joventut brindó enfoques inéditos y aventureros de piezas como 'La murga de los currelantes', 'María la Portuguesa' y 'Romance a Ocaña'

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Jordi Bianciotto

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El aura de Carlos Cano como poeta, cancionista y figura de libres contornos conserva todo su magnetismo y su capital inspirador casi dos décadas después de que nos dejara. Una muestra de altos vuelos la tuvimos este viernes en el teatro Joventut, de L’Hospitalet, cita del festival Barnasants, donde sus composiciones propiciaron un fenómeno poco menos que cósmico de la mano de cinco músicos prestos a la aventura.

El de Giulia Valle no fue un salto sin red, puesto que todos los rigores del perfeccionamiento musical la preceden, y del diálogo con sus altos cómplices cabía esperar semejante efecto multiplicador. Música que trasciende las casillas de los géneros musicales, aunque había ahí mucho jazz y también mucha canción, y esencia coplera, y promiscuidad meridional, y un arte vocal encarnado en la interpretación de Rusó Sala, quien, a modo de bienvenida y advertencia, aludió al precio de la libertad en la letra de 'Poco a poco'.

Soñando canciones

El grupo interpretó 10 piezas de Carlos Cano que, sin dejar de ser ellas mismas, fueron llevadas a otro plano a través de un original lenguaje musical, en que el piano de Mark Aanderud podía viajar de la vanguardia más vertiginosa al 'tumbao' en 'Baja de la luna', acompañado de la tropical flauta travesera de Edu Pons, y 'Maria la portuguesa' se alzaba insinuando vistas al tango. "Yo me despierto a las cuatro de la mañana con esta canción...., y con todas las demás", confesó Giulia Valle, dando a entender el arraigo íntimo de la misión y recordando cómo música y vida pueden ser una misma cosa.

Se percibió el compromiso filosófico de este grupo de titanes, sostenido por el contrabajo de Valle (y con otros dos puntos de anclaje en el cello de Sandrine Robilliard y la batería de Dani Domínguez) a través de la tensión de 'La murga de los currelantes', del trayecto inquietante de 'Romance a Ocaña' y de la tenue majestuosidad de 'Siempre', pieza que Cano dedicó en su día a Lluís Llach. Fina 'Luna de abril' con Sala y Aanderud a solas, y un bis a lomos de 'La morralla', pieza social, crítica pero alegre, bajando el telón de un concierto que aporta un encuadre inédito de Carlos Cano, realzando sus poderes y fundiendo la obra y el ejemplo de vida.