CRÍTICA DE CINE

'El ritmo de la venganza': una intriga arrítmica

Todo cuanto nos proporciona la directora Reed Romano es un puñado de sólidas escenas de acción con Blake Lively conectadas entre sí por prácticamente nada

Estrenos de la semana. Tráiler de 'El ritmo de la venganza'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'El ritmo de la venganza'. / periodico

Nando Salvà

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La premisa de 'El ritmo de la venganza' tiene mucho de cómica. Su protagonista Stephanie Patrick (Blake Lively), es una joven que se ve empujada al epicentro de una red de espionaje y en busca de un terrorista anónimo a pesar de su manifiesta falta de facultades para moverse en el mundo de la inteligencia, y que se pasea por el mundo provocando un desaguisado; sin duda, su potencial paródico es indudable. Sin embargo, la ridiculez que la película exhibe es del todo involuntaria. Su directora, Reed Romano, dota la historia de una gravedad insoportable, ejemplificada a la perfección en los motivos de la heroína para emprender su misión: una catástrofe aérea que se cobró la vida de toda su familia, y la condenó a una vida de drogadicción y prostitución.

A excepción de ese trauma, el único rasgo que define la psicología de Stephanie es la sucesión de cortes de pelo que exhibe a lo largo del metraje y, dado que en ningún momento se nos proporciona una idea fiable de quién es, se hace francamente difícil sentir empatía por ella o interés alguno por su periplo. En ese sentido, no ayudan ni la sucesión de boquetes argumentales ni el empeño de los personajes en comportarse de forma ilógica por exigencias del guion. Eso hace que, en última instancia, todo cuanto se nos proporciona sea un puñado de sólidas escenas de acción conectadas entre sí por prácticamente nada.

'El ritmo de la venganza' cuenta con la firma de los productores Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, responsables de la saga de 007 desde 'GoldenEye' (1995). Y, aunque sin duda toma prestados algunos elementos básicos de esta última, la nueva película no ofrece un ápice de la diversión ni de la emoción visceral que las de Bond a menudo derrochan. Eso, claro, no le impide resolverse de un modo que deja clara la intención de Broccoli y Wilson de producir secuelas. Tendrán tiempo de recapacitar.