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'Nuestras madres', un filme sobre la memoria histórica... en Guatemala

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Eduardo de Vicente

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Una de las frases que suelen emplearse cuando se define el séptimo arte es  que “el cine es universal”. Y es cierto, porque muchas veces se da el fenómeno de que el tema que trata una película de una cinematografía muy lejana puede conseguir que la gente de otros países se sienta identificada con ella y, pese a vivir en una cultura muy diferente, se emocione con lo que explica. El mejor ejemplo sería la reciente Parásitos, pero no es el único. En nuestra cartelera estos días también figura una pequeña película guatemalteca, Nuestras madres, y que merece la pena que no pase desapercibida.

Su director es un experto en el género del documental (y se nota), el realizador y montador César Díaz, que aquí debuta en la ficción, y está protagonizada por actores poco conocidos aquí pero con una reconocida trayectoria en su país como el joven Armando Espitia, que debutó como el protagonista de Heli, que sí puedo verse en nuestras pantallas, veteranas como Emma Dibb (Leona) y actores amateurs, como Aurelia Caal.

Un caso ¿solo en Guatemala?

La acción transcurre en la Guatemala del 2018 y se centra en un joven investigador forense que trabaja en un departamento dedicado a reconstruir los esqueletos de las víctimas de los militares tras el golpe militar de 1982 que están extrayendo de las fosas. Una mujer indígena le pide que desentierre a su marido, que se encuentra en un terreno en su pueblo y el chico descubre que allí podrían encontrarse también los restos de su padre, un antiguo guerrillero, lo que despierta su interés. Paralelamente, el país vive pendiente del juicio en el que las víctimas supervivientes declaran contra los insurgentes.

Es un filme sobre la memoria histórica que podría trasladarse a la historia de muchos otros países, que denuncia los asesinatos, las violaciones de los derechos humanos y demás abusos cometidos por los militares ya no contra los guerrilleros, sino también contra la población durante esa época. El tramo final, centrado en el juicio contiene testimonios estremecedores (30 años después) contra los torturadores. 

Los dilemas del protagonista

Uno de los detalles que más sorprende es la delicadeza, sensibilidad y respeto con los que el joven forense se enfrenta a los restos de los desaparecidos. Es un muchacho que se obsesiona con su trabajo, que realiza con gran pulcritud, pero que también se enfrenta a un dilema, ya que es incapaz de separar su aspecto laboral del personal. En contraste, sorprende la actitud de su madre que parece no querer saber nada del asunto, dar carpetazo al tema y seguir adelante.

Gran éxito en diversos festivales

Nuestras madres ha merecido el aplauso de los críticos y se ha paseado por diversos certámenes recibiendo múltiples recompensas. Obtuvo el premio Cámara de Oro y el de la crítica en el Festival de Cannes y también fue galardonada en lugares tan distantes como Chicago, Pingyao (China) y Oostende (Bélgica). Precisamente fue la escogida por este último país, Bélgica (coproductora del filme), para competir por el Oscar a la mejor película internacional. Igualmente pudo verse en el apartado Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián alzándose con el premio a la cooperación por “su gran contribución al desarrollo humano, la erradicación de la pobreza y el pleno ejercicio de los derechos humanos”.

Esta conmovedora historia aún puede verse en los Cinemes Girona y sus responsables han hecho un esfuerzo adicional para conseguir que funcione, han ido a buscar a su público potencial, han contactado con la comunidad guatemalteca en Barcelona y han hecho preestrenos con los vecinos. La respuesta ha sido muy positiva pero el vertiginoso ritmo de la exhibición actual no da tiempo a que funcione la mejor recomendación: el boca-oreja, por lo que hay que darse prisa en descubrirla. Un espléndido filme que te deja intrigado en la butaca durante un buen rato y te desarma definitivamente en su último tercio. Otro buen ejemplo de que sí, el cine es universal.