CIERRE DE UNA SALA HISTÓRICA

Réquiem por el Palacio Balañà, el cine más grande de Barcelona

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Eduardo de Vicente

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Cada vez que se anuncia el cierre de un equipamiento cultural a quienes lo frecuentábamos se nos caen los años encima, desaparece un fragmento de nuestra memoria donde vivimos historias inolvidables e, inmediatamente, nos sentimos un poco culpables y responsables por habernos ausentado en los últimos años. Esta sensación ha vuelto a inundar a muchos vecinos de Sants (pero también de Barcelona, L’Hospitalet y el Baix Llobregat) al conocer la desaparición del Palau Balañà.

El local era la joya de la corona de la familia Balañà, el sueño de su fundador, Pere Balañà Espinós, que compró un solar abandonado de una empresa de autobuses, a tan solo 50 metros de donde había nacido, para construir un cine nuevo y moderno para su barrio, pero falleció el 26 de febrero de 1965, pocos meses antes de verlo acabado. Fue firmado por el arquitecto Pere Ricart Biot, aunque su diseño e interiorismo eran obra de Antoni Bonamusa, quien ya había realizado tareas similares con el Regio, el Aribau o el Urgel. Su exterior representaba (representa) una fachada acristalada mientras que la entrada estaba repleta de bloques geométricos. 

El local más moderno con la mejor tecnología

Empezó sus proyecciones el 6 de diciembre de 1965 y tenía 1.610 localidades, así como el equipamiento necesario para proyectar en 70 milímetros, lo más avanzado en aquel momento. Se presentó como "el coliseo cinematográfico más moderno de Europa". Ese día se abrió a las 6 de la tarde para que el público lo visitara y se inauguró por la noche con Lord Jim, una superproducción de aventuras protagonizada por Peter O’Toole, de moda tras haber dado vida a Lawrence de Arabia. 

Durante muchos años fue el cine más mimado de esta cadena. Al principio, al tratarse de un cine de barrio, debió compartir estrenos con otras salas del centro o estrenar títulos de serie B, aunque pronto saltó a la primera división. Algunos de los film es que estrenó El cazador, los Tiburones, los Rocky, las sucesivas entregas de Supermán, E.T. el extraterrestre, Los cazafantasmas, Nacido el 4 de julio, El imperio del sol o El guardaespaldas, pero también alguna que otra producción europea ambiciosa como El oso, los éxitos de la pareja de los puñetazos Bud Spencer-Terence Hill como Dos superesbirros o Dos superpolicías en Miami y títulos españoles con posibilidades comerciales como Sal gorda de Fernando Trueba o Matar al Nani, sobre un tema de actualidad.  

Multisalas para la segunda etapa

Los cambios de hábitos de los espectadores a finales del siglo XX provocaron que las salas de gran aforo dejaran de ser viables y se impusieran los multicines. Su reforma fue llevada a cabo en el 2002 por MMASS Arquitectes, se convirtió en un complejo compuesto por siete salas con distintos aforos (de 145 a 286 butacas) y se mejoró la tecnología, ahora en digital y con 3D. Fue el momento de cambiar su denominación original, Palacio Balañá, para catalanizarla como Palau Balañà. En los últimos años ha ido languideciendo, muchos espectadores comentan ahora en las redes sociales haber ido a sesiones donde solo había cuatro gatos. Era la crónica de una muerte anunciada.

Este cierre viene a unirse, si nos ceñimos a esta última década, a las desapariciones de locales como los Rex (2010), Urgell (2013), Club Coliseum (2014) o, en el 2018, Aribau Club (antiguo Club Doré), todos ellos programados por el Grup Balañà, a lo que se suma la incertidumbre respecto al Club Capitol (un cine reconvertido en teatro), aunque aún podría salvarse por la presión ciudadana o la intervención municipal. Desde ayer, el Palau Balañà se ha unido a esta triste lista de defunciones y todos esos fotogramas también se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.