LA GRAN PANTALLA

Barcelona ha perdido 60.000 butacas de cine desde 1980

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Quim Casas

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El viernes, 28 de febrero, cerró el Palau Balañà, otro cine histórico barcelonés, inaugurado en 1965 y convertido en multicines en el año 2002. El cierre deja huérfano de salas cinematográficas a otro barrio barcelonés, el de Sants. No es una cuestión de mirar hacia atrás con ira o sin ella. Ni de establecer un discurso nostálgico. El cine no ha muerto, como se profetizó un tanto exaltadamente hace años, pero si han cambiado los hábitos de consumo y las maneras de ver las películas.

Hagamos el ejercicio de situarnos hace 40 años, el 28 de febrero de 1980. Sumando lo que la cartelera diferenciaba como estreno, reestreno y arte y ensayo, había en Barcelona 106 cines con un aforo aproximado de 93.400 localidades (ver gráfico), con una media de 926 butacas por sala cuando no existían los multicines. Entonces se proyectaban en la ciudad 78 películas. Para todos los gustos: 'Manhattan' y 'Apocalypse now' de estreno; 'El hombre de mármol' en arte y ensayo; reposiciones -'El bueno, el feo y el malo'-; cine S -'Garganta profunda en Tokio'-, 'exploit' alemán -'Colegialas perversas'- y erotismo español con 'Polvos mágicos'.

El bajón en número de filmes no es hoy tan significativo (58 títulos), pero si todo lo demás. Tras el cierre del Palau Balañá hay 22 cines -sin contar el cine ocupado de Sant Andreu y el centro parroquial Lluïssos d’Horta, donde se hacen sesiones matinales de cine infantil los sábados-, aunque un mayor número de pantallas debido a la expansión de los multicines. Pero la pérdida de butacas es descomunal: a día de hoy son 34.000, según datos del Institut Català de les Empreses Culturals. 60.000 menos.

Estudioso del cine barcelonés

Los datos de 1980 nos los ha suministrado Roberto Lahuerta Melero, autor de 'Barcelona tuvo cines de barrio' (2015) y 'Barcelona, sus cines de estreno, repertorio y arte y ensayo' (2016). Revisando las páginas de estos libros se advierte con claridad el cambio radical que ha sufrido la exhibición cinematográfica en las últimas cuatro décadas, aunque el autor recuerda que entre 1975 y 1980 ya empezaron a cerrar salas.

Por otro lado, los datos de asistencia del pasado 2019 son los mejores de los 10 últimos años. Entre el 2013 y el 2019 aumentó un 37% la asistencia en toda España. Con 105 millones de espectadores en el 2019, España solo está por debajo de Francia e Inglaterra en el ámbito europeo. Deben tenerse en cuenta el Día del Espectador y la Fiesta del Cine, tres días de descuento en el precio de las entradas en la mayoría de salas.

La gente desea ir al cine, pero la crisis económica ha afectado al sector: en tiempos de debacle económica, la producción cultural y cierto ocio recibe más que otros gremios. La crisis global iniciada en el 2008 no marca el inicio de la debacle en la exhibición de cine, pero tampoco ha ayudado a remediarla. El goteo ha sido constante: en el 2014 teníamos en Barcelona 39 pantallas y 25.454 butacas más que hoy. En los años 2017 y 2018 el número de cines era el mismo, pero con siete pantallas menos. La razón es el cierre de algunas de las salas de los complejos Cinesa Diagonal Mar y Cinesa La Maquinista.

Repertorio

El cambio de hábitos es obligatorio con la instauración de las plataformas: Filmin sustituye lo que en los 80 funcionaba, y bien, como salas de repertorio, antiguos cines de barrio reciclados en los que se proyectaban dos películas con ciertos criterios de coherencia. La llegada del videoclub fue una losa fuerte para este tipo de salas -los cines Spring (en la Bonanova), Céntrico (en la Ramblas) y Loreto (cerca de la plaza de Francesc Macià)-, aunque ahora Phenomena Experience viene a cubrir, y con extremada calidad de proyección y sonido, esa ausencia tormentosa para los cinéfilos, y el remozado Texas funciona como lo que antes se entendía por cine de reestreno a mitad de precio.

En su emotivo documental 'Cinema mon amour' (2019), Natàlia Regás explora los motivos del cierre masivo de salas en Barcelona y la pervivencia, dificultosa, de otros modelos. La directora entrevista a varios cineastas y exhibidores y recoge algunos momentos de la última sesión de cines históricos como el Alexandra y el Urgell, lo que nos recuerda a 'La última película' de Peter Bogdanovich, un filme de 1971 que evocaba el cierre de los grandes cines de ciudades pequeñas en los Estados Unidos de los años 50.

A mejor vida

La gran sala con más de mil butacas, platea y anfiteatro y cortinajes de rojo intenso pasó a mejor vida. Como los Cinerama (Barcelona tenía tres) y Vistarama (uno, el Regio Vistarama) y las salas de arte y ensayo: la versión original sirve ahora para el cine de autor y el 'mainstream'. Ni serían rentables ni responden a la realidad audiovisual del momento, por mucho que nos duela.

Solo Phenomena Experience ha intentado devolver esa experiencia que va más allá de la propia película. Es una manera de consumir cine que podría volver a funcionar, aunque no de forma masiva, por supuesto. Phenomena no solo se llena para ver la última entrega de 'Starwars': juro que un día, hacia las tres de la tarde, había una cola inmensa para ver 'Stalker', de Andrei Tarkovski, filme que es cualquier cosa menos un fenómeno de masas.