CRÍTICA

Núria Graham, encantamiento pop en Apolo

La cantante y compositora de Vic encandiló al público con las sugerentes composiciones de 'Marjorie'

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Jordi Bianciotto

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La regla de que los artistas nuestros que cantan en inglés lo tienen difícil para comerse una rosca se pone a prueba con Núria Graham, cantante y guitarrista que consigue estimular sensibilidades con su música más allá de la lengua. Así pudimos observarlo este jueves en un Apolo (festival Guitar BCN) bien poblado, absorto ante el repertorio de ese seductor nuevo trabajo que responde por ‘Marjorie’.

Núria Graham está en racha y cada álbum es mejor que el anterior, quizá porque la fricción del talento con la experiencia de la vida invita a ello. Difícilmente hace siete años, cuando se estrenó con el epé ‘First tracks’, podría haber compuesto una canción como ‘Connemara’, ese tema con sabor a lluvia, naturaleza salvaje y muerte que ella entiende, más allá de eso, como un canto a la vida. Pieza de música recogida, de tenue luminosidad, proa del disco con la que Graham abrió el concierto arropada por su cuarteto.

Ecos de familia

Interpretó las diez canciones del álbum, lo cual supuso deslizarnos por el pop melancólico de ‘Shirley’ y colarnos en la vida de pueblo y de bar de ‘Hazel’, una pieza cercana a ese soft-rock setentero, de tarde y mesa camilla, que lejos de nosotros desarrollan jóvenes cantautoras pop como Weyes Blood. En Núria Graham hay un fondo de compositora atemporal, que no se contenta con ser un sabor del momento. Por ‘Marjorie’, tanto el disco como la canción, desfilaron recuerdos de familia, por la vía de su padre irlandés, que ella cruzó sin decirlo con el guiño a su otra abuela, la materna, en ‘Marianne’, tema que presentó como “una canción antigua” (aunque solo tiene un par de años).

La precisión ejecutiva contrastó con sus aires informales, bromeando con los artistas que hacen cantar al público por partes. “Ahora los de la izquierda, ahora los de la derecha... ¡No, nunca haré eso!”, se corrigió con repelús. Su música hablaba por sí sola: las turbulencias emocionales con metáforas cósmicas de ‘Heat death’, la melodía encantada de ‘Toilet chronicles’ (tomada, realzándola, de ‘Amor de garrafa’, de Power Burkas) o la sensualidad de ‘The stable’.

Graham no toca la guitarra por tocar algo, sino que es una instrumentista pulcra, y bien arropada por los suyos (Jordi Casadesús, Artur Tort y Àlex Bou, a los que se sumó el teclista-guitarrista Sam Berridge), nos metió hasta el fondo en el sugerente paisaje de ‘Marjorie’, ampliado con unas pocas citas a piezas anteriores, como ‘Christopher’ o ‘Cloud fifteen’. Sucinta hora y cuarto de encantamiento pop. “No me gusta alargar mucho las cosas”.