EXPOSICIÓN EN BARCELONA

Sentarse en una mano bajo la luz de un caballo

CaixaForum explora los estrechos vínculos entre el surrealismo y el diseño en una muestra con un gozoso toque alucinatorio

zentauroepp52517323 icult caixaforum200227163511

zentauroepp52517323 icult caixaforum200227163511 / periodico

Mauricio Bernal

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Uno se puede sentar en una silla común y corriente, de las que parecen sillas y nada más que sillas: con cuatro patas que parecen patas y un espaldar con aspecto de espaldar. Una silla aburrida. Pero también puede hacerlo en una silla demente, o feroz, o alucinatoria, como por ejemplo la 'Silla-mano' de Pedro Friedeberg, algo así como la extremidad doblada y acogedora de un gigante; o en una silla bautizada como madame de mancebía, la florida y transparente 'Miss Blanche', de Shiro Kuramata; o en la 'Silla etrusca' de Danny Lane, con su aspecto de haber sido expulsada de un sueño daliniano –sus accidentados vidrios, sus patas de paquidermo raquítico–; o en la 'MAgriTTA' de Roberto Matta, que es un aposento de Magritte: un sombrero con manzana en el interior. La mayoría de la gente se sienta en sillas tediosamente sillas, literales y carentes de imaginación: son cosas que se piensan mientras se recorre la exposición que este viernes abre sus puertas en el CaixaForum, 'Objetos de deseo, surrealismo y diseño', sobre el fecundo vínculo entre el surrealismo y el diseño durante los últimos 100 años.

"Los diseñadores abrazaron la influencia del surrealismo y la incorporaron al diseño de objetos cotidianos", dice el comisario de la muestra, Mateo Kries

La muestra, dice la directora general adjunta de la Fundación La Caixa, Elisa Durán, es una invitación a "trasladarse a un mundo de objetos de sueño". Hay 285 en total, todos al servicio de explicar esa relación de ida y vuelta, del arte al diseño y del diseño al arte, que fue como funcionó. Las cuatro salas en que está dividida la exposición enseñan por tanto arte –Marcel Duchamp, René Magritte, Salvador Dalí, Joan Miró y Giorgio de Chirico, entre otros– y diseño –Ray Eames, Carlo Mollino, Isamu Noguchi y Achille Castiglioni, entre otros–; pero es verdad, como dice el comisario de la muestra, el director del Vitra Design Museum de Alemania, Mateo Kries, que no es fácil trazar la frontera entre ambas. "Es porosa y abierta", dijo, y subrayó que es uno de los objetivos de la exposición ponerlo en evidencia. La muestra es la misma que se vio hasta enero en el centro alemán, pero aderezada con aportación local: por ejemplo, el 'Busto de mujer devorado por las hormigas', de la Fundació Gala-Salvador Dalí.

La dictadura del rectángulo

El diseño buscaba una fuente de inspiración que le permitiera consumar la rebelión contra el racionalismo, lo que Kries denomina "la dictadura del rectángulo"; contra la tiranía de la escuela Bauhaus, resumida en la categórica: "La forma sigue a la función"; y la encontró en el surrealismo. Eran los años 20. Los de siglo pasado. "Los diseñadores abrazaron esa influencia y la incorporaron al diseño de objetos cotidianos. Hay toda una corriente en el diseño moderno que se rige por la búsqueda de la irracionalidad". Es así, irracional y libérrimo, el espíritu de la exposición. Hay mesas cuyas patas son ruedas de bicicleta –'Tour', de Gae Aulenti–, lámparas cuya base es un caballo de tamaño natural –'Lámpara de caballo', del colectivo Front– y carritos de té con forma de pipa de Magritte –'La pipa', de Aldo Tura–. "Fue una liberación", dice el comisario. La revolución consistió en proclamar que el objeto es algo más que su función; que puede ser en sí mismo la sugerencia de un mundo más allá de lo real; que puede suscitar preguntas. El ideal estético es elusivo, o de otro orden. "Bella (…) como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una tabla de disección", escribió Lautréamont.

Hay mesas cuyas patas son ruedas de bicicleta y carritos de té con forma de pipa de Magritte

La muestra, abierta hasta el 7 de junio, es un polifacético recorrido que incluye pinturas, esculturas, objetos, carteles, revistas, libros, fotografías y vídeos, y que explora los tentáculos del surrealismo más allá del diseño, en disciplinas como la moda o la arquitectura; y que proclama, por cierto, que fue Le Corbusier "uno de los primeros mediadores entre el surrealismo y el diseño": a finales de los 20 y principios de los 30 dio forma al apartamento parisino del coleccionista y mecenas Carlos de Beistegui, un "collage surrealista" donde, entre otras cosas, el conducto de ventilación tenía forma de periscopio.