ENTREVISTA

Maria Rodés: "Me atrae pensar en mí como posible bruja"

La cantante y compositora presenta en Apolo su nuevo espectáculo, 'Lilith', inspirado en los aquelarres ancestrales y con trasfondo feminista

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Jordi Bianciotto

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Tras dejarse intrigar por los cuerpos celestes en el álbum ‘Eclíptica’, Maria Rodés se fija en unas figuras históricas, las brujas, entendidas como mujeres que no se ajustaron a las normas. Retrocediendo en el tiempo, ha llegado hasta la Lilith, la primera esposa de Adán en el judaísmo, que da título al espectáculo que estrenó el año pasado en el Festival de Arte Sacro de Madrid y que este viernes presenta en Apolo, dentro del Festival Mil·lenni. El nuevo repertorio dará lugar a un disco que la cantante y compositora espera poder publicar en mayo.

¿Qué le hizo interesarse por las brujas?

Yo había escuchado historias en mi pueblo, Cabrera de Mar, sobre el castillo de Burriac, un lugar al que había ido a menudo con mi hermana y en el que supuestamente se habían hecho aquelarres. Leyendo e investigando, me comenzó a parecer interesante la figura de la bruja, así como las connotaciones de la palabra. Me di cuenta de que había servido para estigmatizar a ciertas mujeres por salirse del canon social. En las historias que escuchaba, las brujas eran seducidas por el diablo, tenían relaciones sexuales en los aquelarres y renegaban de Dios. Eso siempre se repite.

Ha publicado una primera composición, ‘Carta al diablo’.

Sí, he ido sacando imágenes y símbolos de esas historias y mezclándolas con aspectos más personales, trabajándolas como metáforas, para hacer las canciones. En esta, la bruja se enamora del diablo y parece evidente que la cosa no saldrá adelante, pero uno y otro se dejan engañar mutuamente. Una canción de amor y desamor, después de todo. Coincidiendo con el concierto en Apolo saldrá otra, ‘La extraña’, que es efectivamente más rara y que juega con el mundo de los cantos chamánicos, a partir de la figura de la curandera mexicana María Sabina.

Un personaje que fascinó a intelectuales y a artistas.

La fueron a visitar los Beatles, Aldous Huxley, Jodorowsky... Les daba unos hongos alucinógenos y les recitaba poesía. Se dice que las brujas hablan en nombre de la naturaleza, y ‘La extraña’ es una especie de canto chamánico. Habla de la triple deidad de la luna. En el neopaganismo, en los rituales se invoca a la Triple Diosa; una mujer mayor, otra de mediana edad y una niña, que están en el inconsciente femenino y representan las fases de la luna. A María Sabina se la ha reconocido como poeta, pero era una curandera primitiva que te invitaba a hacer un viaje interior con las drogas. Debía ser buena, porque todo el mundo iba a verla.

En otro tiempo, usted podría haber sido acusada de bruja.

Las mujeres que cantaban o hacían música resultaban sospechosas. Igual que las astrónomas, que podían predecir los eclipses: la gente no lo entendía y las acusaban. También a las mujeres con neurosis, a las solteras, a las amantes... Había muchas excusas para tachar a una mujer de bruja. En este trabajo hay una mirada atrás, hacia mis antepasadas, aunque todavía hoy hacer música tiene unas implicaciones: para mí, siendo cantante, es más difícil formar una familia o tener una estabilidad económica.

‘Canto al diablo’ desprende un aroma latino. ¿Va hacia allí este repertorio?

No dejan de ser canciones pop, pero sí, hay mucho del mundo latino. ‘La extraña’ es una especie de cumbia. Me enamoran las tonadas venezolanas, las canciones de Simón Díaz. Tienen que ver con todo esto, porque se trata de música vinculada a la naturaleza. Las tonadas las cantaban cuando iban a ordeñar las vacas a las cinco de la madrugada, para que se relajaran. Me gusta este mundo de metáforas con animales.

¿Le ha movido la curiosidad por esas figuras del pasado o la reivindicación feminista?

El origen no era hacer un disco feminista; me atraía el mundo fantástico. Pero en seguida me encontré con todo el trasfondo y esa vertiente feminista está implícita. Al final, me ha atraído pensar en mí misma como posible bruja. Si lo eran las mujeres que se salían de la norma, ser una mujer artista, cantante, te lleva a encajar en esa etiqueta. Y me pregunté cuántas mujeres habrá habido a lo largo de la historia que habremos sentido que no acabábamos de encontrar nuestro lugar. Qué supone eso y cómo afecta a tus otras facetas de la vida.

En su obra hay una tendencia a buscar el motivo de inspiración lejos de la realidad presente: los sueños, el cosmos, ahora esos aquelarres ancestrales.

Sí, ya me he dado cuenta. Siempre ha sido un poco así. Me interesa la fantasía. Pero para el próximo disco quisiera hacer algo más personal, quizá, con menos metáfora, más íntimo y realista. A ver si lo consigo.

¿Cómo será el directo de Apolo?

La idea es crear un mundo un poco ‘aquelárrico’, aun sin hacer teatro. Estarán Marina Tomás, Isabelle Laudenbach, Marta Roma y Pep Pascual, y lo que más me gusta es que cantamos todos. Es mi primera formación en la que todos somos cantantes y es un gusto. Suena muy bien, y me lleva al mundo de los supuestos aquelarres. Me apetecía trabajar con armonías vocales de chicas. Hay muchas bandas en las que todos son hombres, menos una mujer, y esta vez será al revés.

Lleva ya algo más de una década de trayectoria desde aquel encantador disco, ‘Sin técnica’, firmado como Oníric. ¿Ha sido un camino costoso?

Ahora lo llevo con tranquilidad. Estoy en el mejor momento en el que he estado nunca. Me está costando menos vivir de esto y tengo ganas de seguir haciendo música. ¡Igual he madurado! Tengo varios proyectos, incluido el de hacer un disco country con David Rodríguez (Beef, La Estrella de David, La Bien Querida). Canciones que hablen de amor, pero no de romance, sino de un amor de pareja de larga duración, de batalla, de aguante... Puede ser divertido.