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El director Mikel Rueda nos cuenta las anécdotas de 'El doble más quince'

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Eduardo de Vicente

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El realizador vasco Mikel Rueda (Estrellas que alcanzar, A escondidas) estrena esta semana su nueva película, El doble más quince, un drama romántico ambientado en Bilbao y protagonizado por su actor fetiche, Germán Alcarazu, y Maribel Verdú, que interpretan a una extraña pareja que se conoce por Internet. Ella es una mujer casada y con hijos y él, un menor de edad con una vida complicada. Un chat sexual y un par de conversaciones virtuales les llevarán a tener un encuentro en persona. Durante esas horas, al principio se verán obligados a permanecer juntos pero luego se dejarán llevar y disfrutarán de un día en el que vivirán pequeñas aventuras en lugares tan dispares como un supermercado, un barco o una fiesta multitudinaria.

La cinta ha sido rodada en diversos lugares de la ciudad, casi toda en exteriores y centrada, básicamente, en los dos protagonistas que hablan mientras caminan por las calles y se van dejando sorprender por todo lo que encuentran a su paso. El rodaje tuvo muchas anécdotas que nos explica su director, Mikel Rueda.

-Las dudas sobre el protagonista. “El guion lo escribí hace cinco años y, durante ese proceso, siempre tenía en mente que los protagonistas serían Germán, con quien ya había trabajado en A escondidas, y Maribel Verdú. Pero a medida que iba pasando el tiempo él iba creciendo y ya tenía 22 años y estaba en el límite de la edad. Por si no podíamos utilizarlo hicimos un casting en el que vimos a unos 3.000 chavales de entre 14 y 16 años. Al final quedaron él y otros dos pero no había color, Germán le daba más madurez aunque tuvimos que retratar al personaje de una manera muy determinada para que fuera creíble el personaje. Su química con Maribel no se podía comparar con nadie”.

-Trabajar con menores. “Trabajamos para que Germán volviera un poco a la adolescencia. Los fines de semana quedábamos con los chicos que interpretan a su cuadrilla, chavales de 16 años, y trabajábamos para que se integrara con ellos. Les hicimos jugar juntos para que fuese entrando en la dinámica adolescente porque, aunque la tenía muy reciente, corporalmente la había abandonado”.

-Provocando el llanto.”Germán tenía que llorar en un par de escenas pero no le costó demasiado porque es muy emocional. Además, a mí me gusta empezar a rodar antes de la claqueta y dos segundos antes de la secuencia me acerqué, le dije algo al oído y reaccionó enseguida”.

-Escenas desenfocadas. “En la primera parte del filme aparecen muchos personajes premeditadamente desenfocados. Pretendíamos aislar del mundo a los protagonistas, era un viaje de ellos dos y reducir el perímetro en el que se encuentran. Cuando están con alguien que les pincha la burbuja les desenfocamos porque no nos interesa verlos”.

-Homenaje a Antes del amanecer. “Tenía muy presente la trilogía de Linklater. Mi película la defino como una road movie Pero también me inspiraron las películas de Truffaut, Al final de la escapada de Godard y los filmes de Gus van Sant. Me han comentado que otra similitud es que acabo la película como Antes del amanecer, mostrando los lugares que han recorrido, pero no era consciente. En realidad es una autorreferencia a mi anterior filme, A escondidas, que también acababa así”.

-Nunca digas nunca jamás. “Tras rodar A escondidas me prometí a mí mismo que nunca más iba a rodar en un coche porque se mueve mucho y puede quedar mal. Y en El doble más quince hay varias secuencias en el interior de un vehículo. Al menos teníamos más presupuesto y podíamos rodar con un camara car, desde fuera, y era más cómodo. Pero como a mí me gusta estar con los actores yo estaba tumbado en el asiento trasero con un walkie talkie intentando que no se me viera la rodilla o el codo”.

-La mar de complicado. “En la escena que rodamos en el barco, la nave no podía estar en marcha, ya que el motor encendido vibraba mucho y movía la cámara. Por eso arrancábamos, parábamos y nos dejábamos llevar por la corriente, cerca de las fábricas abandonadas. Dábamos media vuelta y volvíamos a rodar en el mismo lugar hasta que quedaba bien”.

-Del frío al calor. “Intentamos que los protagonistas hicieran un viaje cromático de tonos fríos a otros más cálidos. La escena del supermercado tuvimos que rodarla de noche y fue complicado porque era difícil encontrar uno que nos dejaran hacerlo como queríamos ya que todos los elementos que rodean a los protagonistas son azules, pero todos los productos que escogen (como las patatas o las cebollas) son rojos, ellos buscan la calidez”.

-El hotel rojo. “Conseguir el hotel que aparece nos costó porque buscaba uno rojo y quería que tuviera un ascensor panorámico y no hay muchos así. Al final encontrarnos el Meliá y nos costó convencerles ya que había huéspedes y era un lío. Tuvimos que filmar de madrugada o en horas casi sin clientes haciendo el mínimo ruido posible”.

-La última fiesta. “La escena de la fiesta multitudinaria transcurre en la isla de Zorrozaurre de Bilbao, un barrio a punto de desaparecer porque en el nuevo proyecto urbanístico de ampliación de la ciudad pretenden convertirlo en el nuevo Manhattan. Decidimos rodarla en esa zona industrial porque iba a ser el último momento en que podríamos verlo porque poco tiempo después iba a ser derruido. Tuvimos muchos problemas ya que era un lugar casi en ruinas donde teníamos que rodar con mucha gente y mucho ruido pero me gustaba estéticamente y convencí al equipo para que hiciéramos esta maravillosa locura”.

-Rodando en Bilbao. “No tuvimos problema alguno al rodar por las calles porque la gente de esta ciudad es muy respetuosa con rodajes. El principal inconveniente fue un día que teníamos que rodar un atardecer. El sol se ponía a las 9 y media y llegamos a las 9 y 20 y teníamos que filmar el momento exacto en el que se ponen en marcha las luces. Pusimos la cámara a las 9 y 29 y justo entonces se encendieron. Hubo otro momento divertido ya que durante el rodaje se celebraba el Mundial de Fútbol de 2018 y estaba jugando España contra otro equipo que no recuerdo, pero el caso es que marcaron ambos y escuchábamos los goles por los gritos de los dos bandos”.