CRÍTICA DE MÚSICA
El lujo del piano de Beethoven
Rudolf Buchbinder ofreció en el Auditori los cinco conciertos para piano del genio de Bonn
Pablo Meléndez-Haddad
Pablo Meléndez-Haddad
La quinta sesión del Festival Beethoven250 de la temporada de la OBC, patrocinada por EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, se ofreció en memoria de Ángel Jesús García, concertino del conjunto por más de una década y fallecido este mes. En el escenario, la música de Beethoven siguió brillando al concentrar en dos veladas consecutivas los cinco conciertos para piano que compuso del genio de Bonn. En el podio no había director, ya que se optó por que el propio solista concertara el conjunto, el austriaco Rudolf Buchbinder, que demostró un soberbio estado de forma, exponiendo todo ese academicismo vienés que respira esta música.
Arrancó con el que concierto se editó con el N° 2, pero que en realidad fue el primero que compuso un Beethoven de solo 23 años (si no se cuenta el que esbozó una década antes, del que solo se conserva la parte del solista). Buchbinder es un profundo conocedor de las obras y de un estilo que viaja, gracias al poderío del compositor, desde el Clasicismo tardío a un Romanticismo que el propio Beethoven sienta las bases. El pianista concertó con eficacia, línea y técnica depurada. Su arte interpretativo nunca carga las tintas, pero sí tira de virtuosismo y, sobre todo, de delicadeza, con momentos muy conseguidos, como el vibrante 'Rondo' final del 'Concierto para piano y orquesta N° 2 en Si bemol mayor, Op. 19’.
El viernes continuó con el 'Concierto para piano y orquesta N° 4 en Sol mayor, Op. 58’, construyendo un puente que va de 1792 a 1808. La opción dejó clara la madurez del músico, con un Buchbinder brillante también en las cadenzas (impresionante en la del 'Allegro'). Despidió la noceh el 'Concierto para piano y orquesta N° 3 en Do menor, Op. 37', un paso de gigante en el estilo concertante al que la elegancia del solista supo sacar brillo, con una cadenza muy matizada y con un 'Rondo' final muy equilibrado.
El sábado el programa se abrió con el 'Concierto para piano y orquesta N° 1 en Do mayor, Op. 15', quizás el que más recuerda a Mozart y Haydn, en el cual nuevamente se lució el solista en la cadenza del 'Allegro'. El complejo movimiento final, en todo caso, resultó lo menos ensamblado de ambas veladas, con alguna entrada falsa en la cuerda.
Una ovación despidió el 'Concierto para piano y orquesta N° 5 en Mi bemol mayor, Op. 73, Emperador', escrito 14 años más tarde y entre los que hay un mundo de diferencia, con colores casi brahmsianos, aunque los acentos y los 'tempi' escogidos, particularmente en el hermoso 'Adagio' fueran más ‘metronómicos’ que poéticos.
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