ENTREVISTA

Xavier Baró: "Hoy hay discos que parecen salidos de la cadena de montaje"

El trobador de Almacelles recupera su sonoridad más folk en 'La veu de la muntanya', álbum influido por el desencanto pos-1 de octubre que presenta este sábado en Barnasants

Xavier Baró, en una imagen promocional

Xavier Baró, en una imagen promocional / periodico

Jordi Bianciotto

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Xavier Baró estrenó hace un año en Barnasants algunas canciones de un álbum que todavía no existía y que acabó desdoblándose: cuatro de los nuevos temas vieron la luz en junio en el epé ‘Primavera a la tardor’ y los demás, elevados hasta doce, nos los encontramos ahora en ‘La veu de la muntanya’, el disco largo que presentará (y pondrá a la venta) este sábado en La Lleialtat Santsenca, dentro del mismo festival.

En aquel momento anunció un disco que tenía que ver con el octubre catalán del 2017, pero esas canciones las dejó en un cajón aparte, el epé, de modo que el álbum apunta a otras temáticas. ¿Qué ocurrió?

Yo estaba haciendo unos conciertos con el título de ‘Cròniques (Estampes d’un país)’, influido por el momento que pasaba Catalunya y como reivindicación de la canción tradicional catalana. Era mi forma de decir que yo estaba ahí y que como cantante popular todo aquello me había afectado. Pero me cansé pronto, porque la respuesta de la gente no me animó a seguir. Yo lo que no quería era hacer de profesor de historia, sino simplemente cantar unas canciones y despertar el interés de la gente acerca de dónde venimos musicalmente, pero quienes estaban en la parte más dinámica del ‘procés’ no me hicieron mucho caso, y eso me desanimó.

¿Quizá esperaban de usted recitales más explícitamente políticos?

Quizá. Pero ya está, cerré este capítulo y abrí otro.

El repertorio de ‘La veu de la muntanya’.

Comencé a componer y a grabar y tuve la sensación de que se trataba de canciones que surgían de un mundo devastado, en ruinas. Una civilización arrasada en la que las canciones eran lo más digno, sin manchas de corrupción ni decadencia. A partir de esa sensación fue avanzando. Son canciones que viven en un estado inmaculado dentro del caos de la sociedad actual. El álbum es como un viaje y cada canción es una parada en un sitio, una postal escrita y enviada, y en cada una hay sombras y luces.

¿Un disco para dejar atrás el estado mental post-1 de octubre, esa mezcla de luto y enfado?

Sí, el desencanto de tanta gente que se implicó, que se ha sentido engañada y traicionada por la parte política del ‘procés’, después de aquellos días, el 1 y el 3 de octubre, en que parecía que tocábamos el objetivo con la punta de los dedos. Ha habido ese desencanto, pero yo como artista estoy para otras cosas, y una canción de amor también puede tener su valor.

¿Qué representa esa ‘muntanya’?

La canción es una fábula, una historia cantada, como un oráculo, con un trasfondo bíblico, que es una manera de ambientarla. Es como el día después de ‘1984’, de Orwell. La montaña es la voz que desenmascara esta propaganda mediática del poder, a la que todos nos dirigimos para entender lo que está pasando y para recibir algún tipo de luz y de respuesta. Que no te la puede dar nadie más que tú mismo con tu propia trascendencia.

Su anterior disco, ‘I una fada ho trasmuda’ (2016), tendía a la experiencia sensorial, el trance psicodélico, mientras que este reposa en canciones más canónicas y narrativas.

Sí, es un disco que toma una sonoridad que tiene que ver con el folk, pero el contenido es más contemporáneo y abierto. La idea es buscar una canción actual con sonoridad más folk y próxima a la taberna. Es más desnudo que el anterior; no quería que los arreglos desvirtuaran las canciones.

Dos canciones con fondo político incluidas en el epé reaparecen en el álbum en versiones distintas, ‘A galeres’ y ‘Havanera dels nois que marxen a la guerra de Cuba’.

‘A galeres’ habla de gente que ha tenido la desgracia de topar con la justicia “de l’ànima freda’. Hay un paralelismo con los presos, pero no es que lo buscase, porque todos podemos encontrarnos en esa situación. Y la ‘Havanera’ se basa en una canción del siglo XIX, cuando mandaban a los catalanes a Cuba a combatir contra los independentistas cubanos. La canción toma partido por los cubanos, y refleja un duelo por los desdichados catalanes a los que llevaban allí por orden del rey.

¿De dónde sale esta otra canción llamada ‘Berlín’?

La hice allí, en Berlín. Estaba sentado en una terraza y pasaron unos cuervos. Hay muchos en Berlín. Me pareció que eran ángeles negros y les mandé mis pensamientos para que los llevasen más allá de las galaxias.

Ha grabado el disco casi enteramente a dúo, con Héctor Beberide, que toca acordeón, ‘bouzouki’, mandolina, órgano, bajo, pandero...

Me acompaña desde hace casi tres años, y es interesante hacer un disco con los mismos músicos con los que tocas en los conciertos. No lo había hecho nunca. Es como la prolongación del concierto; como si fuésemos a aprender una canción nueva.

Y con un formato reducido saldrán más conciertos.

Mover una banda grande es imposible. Pero ese formato reducido comporta sentir la propia sonoridad de las canciones, sin que se vayan. Estos son tiempos para que las canciones vuelvan a sí mismas y se reconozcan, más que para llevarlas a otros lugares a través de la producción.

Dylan dijo hace años que ya no se oyen discos que suenen bien: sobreproducción, sonidos procesados o comprimidos...

Estoy de acuerdo. En general, muchos discos que escucho, me aburren y me cansan muchísimo. Parecen salidos de una cadena de montaje.

¿Se siente solo o acompañado con su manera de entender la música?

Solo no es la palabra. Sí que siento que tengo un lenguaje propio y que lo que hago no lo hace nadie más, pero eso no me hace sentir solo. Hay gente de la que me siento próximo, como Bikimel o Xarim Aresté.

¿Escucha música aparte de la suya? ¿Vinilos?

Sí, guardo el tocadiscos desde hace muchos años, y últimamente escucho bastante vinilo. Como unos álbumes que tengo de The Wailers, que me gustan muchísimo. Pienso que tienen que ver con este disco mío, ‘La veu de la muntanya’. Por ejemplo, ‘Soul rebels’ (1970). Creo que eso es lo que soy yo, un ‘soul rebel’.