CRÓNICA DE CONCIERTO
Big Thief, la melancolía y el nervio
El aplaudido grupo indie neoyorquino desplegó su gran repertorio, tierno pero tenso, en La [2] de Apolo
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
Durante el 2019, Big Thief pasó de ser una banda con buena reputación, pero casi secreta, a grupo del que no se podía escapar, omnipresente en los medios, invitado a los 'late night shows', destacado en las listas de lo mejor del año… Esto último por partida doble, además: estos miembros cada vez más fundamentales de la escena indie neoyorquina publicaron no uno, sino un par de discos importantes, el celestial 'U.F.O.F.', en el que reconducían su indie-folk-rock a formas enrarecidas, y el más terrenal 'Two hands', con destellos de su antiguo crujido eléctrico.
Son discos complementarios pero menos. Los une la expresividad vocal de Adrienne Lenker, una cantante y guitarrista inmensa que sobrecoge tanto en el brote de rabia como el susurro. Otro hilo de conexión, más abstracto en el primero, más transparente en el segundo, es el afán del grupo por ser una fuerza positiva en el mundo: 'U.F.O.F.' habla sobre la necesidad de abrazar al temido otro; 'Two hands', sobre brutalidad policial, gente sin hogar y un planeta en extinción.
La ironía no va con ellos. Big Thief se toman todo en serio, empezando por su música, y si has pagado una entrada para ir a verlos, te van a dar la versión más intensa de sí mismos. Quizá porque no saben dar otra. Repasas a los miembros del grupo sobre el escenario de La [2] de Apolo y es fácil ver que están ahí, en el momento; el batería James Krivchenia suele cerrar los ojos, hipnotizado por su propio ruido. Incluso cuando más tersa, su música está recorrida por una tensión contenida muy pospunk, un pulso que hace vital cada segundo.
El concierto del jueves duró casi hora y media, según los relojes, pero no lo pareció. Ayudó lo poco predecible del repertorio. Por supuesto, hubo mucho material de sus dos últimos discos, empezando por 'Contact', en la que Lenker empezó a elevar seriamente su voz soprano e hizo pensar en Beth Gibbons de Portishead, y siguiendo por hits como 'Forgotten eyes' o el colosal 'Not', con un trenzado final de guitarras entre Lenker y su colega Buck Meek que hizo pensar en Sonic Youth. 'Cattails', por desgracia, fue abortada tras un par de intentos por problemas de sonido.
Pero también recordaron canciones más antiguas, como la nostálgica sobre la infancia 'Mary', la country-pop 'Shark smile', la obra maestra 'Masterpiece' (muy Crazy Horse) o 'Mythological beauty'. Y hasta nos brindaron el aparente estreno absoluto de varios temas, como el segundo de la noche, casi una especie de tributo a la cantautora folk de culto Linda Perhacs. En apariencia, no saben dejar de crear, lo que son buenas noticias para la humanidad.
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