EXPOSICIÓN
Escif se mete de cara en el jardín de la guerra
Como grafitero sin cara conocida, Escif ha sido durante años el Banksy español pero el artista urbano ha salido por fin a luz para presentar el jardín que ha creado en una sala del Centre del Carme de València para reflexionar sobre la creación y la destrucción, para mostrar por ejemplo las flores de Franco, para encarar a la guerra con la vida y, pese a todo, tomar partido por la esperanza.
Para hacerlo, ha decidido dar la cara ante los medios, con una única excepción. En la presentación de ‘Qué pasa con los insectos después de la guerra’ pidió que las televisiones no le grabaran hablando. “Para mí es muy extraño hablar en público y estoy más cómodo así”, se disculpó.
“Siempre he sentido que lo interesante no era que lo contara yo, sino lo que podía contar y sigo pensándolo. Explicar un proyecto limita la posibilidad de interpretación del espectador. Pero proyectos tan grandes, en los que llegas a un público mucho más amplio, invitan a un pequeño apoyo para ayudar a entender los mecanismos que lo han hecho posible aunque sin cerrar el mensaje”, se justificó.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, dijo después en algún momento citando... a Spiderman.
Con la contradicción de trabajar en y para museos vive hace tiempo. “Genera muchas contradicciones, como también las genera trabajar en la calle, donde intervienes sobre la voluntad de mucha gente. Pero es una oportunidad que debemos asumir como la posibilidad de cambiar discursos”, explicó.
La polaridad como motor
El suyo ahora habla de “cómo el motor del movimiento perpetuo de todo el universo es la polaridad de los opuestos, el polo norte y sur, la creación y la destrucción, el amor y el miedo, lo femenino y lo masculino”.
De ese abono nace en un mural externo una versión de las ‘flores de Franco’ un personaje “con una pulsión atribuida a la destrucción, que en un momento de lucidez o poesía coge los pinceles de quien le estaba retratando, sale a su jardín y se pone a pintar unas flores”
“Nos interesa qué despertó en él las pulsiones creativas o en las acuarelas de Hitler. Tenemos a dictadores o personajes relacionados con la guerra que en un momento dado han sido escritores o han pintado y a grandes artistas que en algún momento se han visto cegados por momentos de destrucción y han sido asesinos", recordó.
Su particular jardín, crecido sobre poemas de Miguel Hernández y Paul Celan, está lleno de esculturas clásicas ‘intervenidas’. Hay pequeños mensajes escritos directamente en ellas pero también hay sobre ellas enormes trazos de niños que las reinterpretan.
El pulso de Gaza
Cinco de esas esculturas tienen una particularidad: giran. “Lo hacen al ritmo de los nacimientos de Gaza, un símbolo de resistencia pero también de esperanza. En un territorio asediado en el que es tan difícil sobrevivir el indice de natalidad es de 144 al día, creo que es el cuarto más grande del mundo”, apuntó. Doce vueltas al día, una por cada nacimiento, pero todo frente a un video que recoge la brutalidad de la guerra en Alepo en un bucle interminable. Otra vez la vida frente a la guerra.
Ese movimiento constante une este proyecto con el que le ha abierto las puertas del museo: el diseño de la Falla de la Plaza del Ayuntamiento. Suya es la idea de una gran mujer meditando y que dará una vuelta completa sobre sí misma cada 24 horas.
“Es un símbolo de tranquilidad, de paz y silencio en el que posiblemente sea el centro del ruido en el planeta. Una alternativa de silencio ahí, es un mensaje de esperanza”, afirmó.
Porque frente al “discurso de destrucción” impuesto “intrínsecamente” por el capitalismo reclama que desde la cultura y otros espacios “de resistencia” se construya “un discurso desde la esperanza”.
Hay motivos, aunque sean minúsculos. “Después de una destrucción absoluta como la guerra, los insectos, los seres que son la parte más baja del ecosistema, empiezan a reconstruir, a repoblar, a darle vida. Acaba un ciclo y empieza otro”, señaló. Se acabó el ciclo de un Escif sin rostro y empieza uno nuevo.
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