EXPOSICIÓN

Cuando el transformismo y las fallas fueron contraculturales en València

Icult    Exposición  Contracultura

Icult Exposición Contracultura / periodico

Nacho Herrero

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Cuando les preguntas ahora, dicen que solo querían divertirse», cuenta el comisario Alberto Mira, pero entre el final de los años 60 y de los 70 hubo quienes con esa excusa se enfrentaron a una dictadura, plantaron cara a la Iglesia, cuestionaron los roles de género y la sexualidad y, en general, cualquier idea impuesta con el rodillo de la oficialidad.

La contracultura fue su arma de subversión. Música, libros, carteles, pintadas, fancines, películas o transformaciones que rompieron barreras y abrieron mentes y que ahora recoge la exposición 'Contracultura. Resistencia, utopía y provocación en València', que estará en el IVAM hasta el 17 de mayo.

«La contracultura nos enseña que siempre hay que criticar la ortodoxia, que siempre hay que pensar, tener un espíritu crítico», explica Mira. Una cosa es que dos generaciones debatan sobre si Sinatra o Elvis y otra cuestionarlo todo, como pasó primero en los países anglosajones y luego en España. Aquí, además, frente a un descarnado franquismo (o una titubeante transición).

«En España se empieza a entender que se puede ser político de muchas maneras. Hasta entonces todo era antifranquista y antifascista pero entonces llegan el feminismo, el movimiento gay o el vecinal. Se abren muchos frentes de lucha», apunta Mira. «Se trataba de no aceptar ciegamente la realidad que se imponía con la religión, el nacionalismo o la idea de Levante feliz cuando lo que había era desigualdad y abusos», recalca. Y se trataba de divertirse, claro.

No solo mucha calle

Había mucha calle, remarca, pero no solo eso. «Hace falta sentimiento popular pero también un artista que sepa estructurar las cosas. Había mucha gente que leía, que sabía de lo que hablaba, que veía lo de fuera y trataba de adaptarlo», señala.

Esas pequeñas y grandes batallas cuelgan ahora de las paredes del museo entre pintadas. Unas fueron comunes a otras ciudades ('La democracia de Fraga es como follar con bragas', 'La primavera ha llegado y el PC no se ha enterado' o 'No te drogues, somos muchos y hay poco') y otras pintadas tuvieron carácter propio ('Folleu, folleu que el món s’acaba').

La muestra confirma que lo que antes escandalizaba ahora está en los museos. «Se ha asimilado, pero hasta cierto punto. Cuando se crean instituciones como filmotecas o museos, asumen la contracultura pero yo digo que no se trata solo de contenidos. Está la actitud crítica, el no me importa lo que digas o el ¿por qué no?», reflexiona. Actitudes difíciles de domesticar.

Fallas cáusticas

La música es ejemplo de ese tránsito. El punk surgió «como un revulsivo contra la comercialización del rock», recuerda, pero llegó «un momento en el que también se acusó a los grupos punk de estar demasiado comercializados». Ahí está colgada la foto de los miembros de Seguridad Social con firmes crestas para ilustrarlo.

No tuvo València la potente escena musical de Bilbao o la explosión de cómics de Barcelona, pero la contracultura valenciana tuvo rasgos propios. Uno fue el transformismo, del que asegura Mira que fue «capital». Desde la versión política de Rampova a otras más festivas como la Margot, una especie de alter ego underground de Sara Montiel.

El otro fueron las fallas, el particular carnaval valenciano. «Estaban muy controladas por el franquismo para que no fueran críticas y lo desequilibraran todo, pero en esa época recuperaron el espíritu cáustico», explica el comisario, que no olvida el mítico número fallero de 'Ajoblanco' para apoyar esa revolución. Si lo que buscaba era levantar ampollas, lo consiguió con creces.

Internet hace casi imposible hablar en ese marco hoy. En buena medida, incide el comisario Mira, porque «es difícil encontrar frentes comunes cuando todo el mundo está tecleando detrás de un ordenador».

Quedan, apunta el director del IVAM, José Miguel García Cortés, estos homenajes a «los hombres y mujeres creadores que se rebelaron contra la España oscura y se interesaron por temas como el deseo, el placer o la irreverencia». Eso y su legado. «Sin su trabajo nuestra vida sería más fea, más aburrida, más gris», recuerda. Menos divertida.