UN ESRITOR REVELACIÓN

Mateo García Elizondo: "Los mexicanos tenemos una relación chistosa con la muerte"

El escritor, nieto de Gabriel García Márquez, ha ganado un Ciutat de Barcelona con 'Una cita con la Lady'

Mateo García Elizondo, en la LIbrería Laie de Barcelona.

Mateo García Elizondo, en la LIbrería Laie de Barcelona. / periodico

Elena Hevia

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Vaya por delante que a lo largo de toda la conversación mantenida con Mateo García Elizondo (Ciudad de México, 1987) se habló más bien poco de lo que suponía ser nieto de dos glorias de la literatura latinoamericana, el mexicano Salvador Elizondo,  vanguardista y cosmopolita –muy poco conocido aquí– y, ahí es nada–, Gabriel García Márquez. Ambos, dice, eran sencillamente sus abuelos, pozos de cariño, no de transmisión de enseñanzas narrativas. A Salvador lo perdió de adolescente y a Gabo también antes de tiempo entre las brumas del alzhéimer. Esta filiación no se menciona para nada en la solapa del libro 'Una cita con la Lady' (Anagrama), con la que ha recibido no pocos aplausos de los lectores y uno de los premios Ciutat de Barcelona, lo que le ha permitido volver a la ciudad en la que su abuelo Gabo cristalizó como escritor.  Es un chico tranquilo y un punto tímido a quien no se le detecta el menor interés de pasar por intelectual.

 La novela-debut  de García Elizondo, breve e intensa, sigue el vía crucis de un joven que cargado con su kit de drogadicción (opio, heroína, jeringuillas...) , su última posesión , llega a un pueblo perdido y polvoriento para cumplir el destino final del título, porque la 'Lady' se trasmuta en muchos significados. Es la heroína, claro, y por supuesto, la muerte, pero también es una enorme prostituta «y además se identifica con  muchas de las figuras femeninas que aparecen en el relato: la Virgen María, Kali, la Madre Tierra y tu chingada madre», explica el joven escritor. García Elizondo procede del mundo del cine para el que ha escrito guiones, como el de 'Desierto', largometraje que ganó el premio FIFRESCI del festival de Toronto). «Empecé a escribir para el cine cuando tenía 20 años pero últimamente sentía que mi escritura era muy rígida y necesitaba liberarme», dice asumiendo que va a simultanear las películas, los libros y el cómic, en el que también tiene su trayectoria. «Todo depende del formato que te pida la propia historia», dice.

Zapotal por Comala

'Una cita con la lady' se inicia con una frase que cualquier mexicano reconocerá al segundo. «Vine al Zapotal para morirme de una buena vez».  Una variante del inicio de 'Pedro Páramo'. Como en aquella novela, el Zapotal, un pueblo también inventado por García Elizondo, es un lugar perdido de la mano de Dios donde acuden los fantasmas. «Yo quería escribir sobre pueblos mágicos porque viví durante un tiempo en el estado de Oaxaca, donde los pueblos pueden ser  feos pero el paisaje es impresionante. Es ese tipo de lugares donde te puedes perder en medio de la nada y cuando tienes la suerte de cruzarte con algún campesino, este apenas sabe hablar español  y no le preguntes por ningún pueblo cercano porque solo conoce su casa».

"Me parece 'padre' cuando un lector me dice que ha captado el humor negro del libro"

No escribió el libro pensando hacerle un homenaje explícito a Rulfo, pero el pueblo, los muertos y los fantasmas, le obligaron quizá a poner esa primera frase que surge como de las entrañas de la mexicanidad. Así que ríe cómplicemente ante el pensamiento: «No se sabe si Rulfo inventó los pueblos fantasmas o fueron los pueblos fantasmas  los que inventaron a Rulfo». García Elizondo cree que toda esa fantasmagoría está en el adn mexicano y por lo tanto en su propia experiencia. «Ahí están los mitos, los rituales y esa relación ligera, amistosa e incluso chistosa que tenemos con la muerte y que me encantaría que se apreciara. Me parece padre cuando un lector me dice que ha captado el humor negro que quise poner ahí».

Decantado de historias

Más allá de la delgadez que une al escritor con su personaje, y con mucho mejor aspecto que éste, asegura no tener la menor vinculación biográfica con él, el suyo es un mero ejercicio de ficción, un decantado de historias que le habían acompañado los últimos años.  «Yo quería escribir sobre el paisaje, la idea de poblarlo con un drogadicto vino mucho más tarde y funcionó como un aglutinante. Algunos amigos escritores, que sí probaron la heroína, me preguntaban  asombrados por qué me interesaba por la mente de un yonqui que, en principio, no tiene nada en la cabeza más allá del interés de drogarse una y otra vez».

También es consciente de haberse alejado totalmente del monotema literario mexicano, la narcoviolencia, que no descarta del todo.  «Me gustaría a trasladar  'Los siete samuráis' de Kurosawa a un pueblecito mexicano. Una película que muestre la autodefensa que se están montando en Michoacán, contratando a mercenarios gringos».

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