CRÍTICA

Devendra Banhart, comunicación fallida en Razzmatazz

El cantautor estadounidense-venezolano mostró su perfil más suave y pop en un concierto lastrado por un volumen de sonido insuficiente que hizo que las canciones se fundieran con el bullicio ambiental

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Jordi Bianciotto

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Devendra Banhart entrega su álbum más suave y accesible, ‘Ma’, y su paso por Razzmatazz se salda con las entradas agotadas. ¿Qué ha ocurrido? Es difícil dar con la razón justa, pero es un hecho que esas nuevas canciones acogedoras, en las que especula en torno a un folk-pop liviano, un poco exótico, que no abrume al oyente y abra espacios de paz espiritual (esa es la teoría), le ha traído un público más amplio y, más llamativo todavía, rejuvenecido. Punto de partida para un concierto, este jueves, que resultó un poco más accidentado y menos balsámico de lo esperado.

Porque una cosa es plantarse ante las producciones musicales invasivas proponiendo arreglos más frugales y jugando con los silencios y los espacios entre las notas, y otra sonorizar un concierto bajo mínimos de modo que las canciones se fundan con el parloteo ambiental. El exceso de decibelios es corriente en el pop y el rock, pero no para Banhart, que a su paso por el ciclo Cruïlla de Primavera, arropado por su banda, cayó en el otro extremo sembrando el desconcierto.

El baile como salvación

El clima bullicioso de un club en un viernes por la noche no ayudó (quizá un teatro o auditorio habrían sido mejores opciones), y tras una secuencia centrada en el último disco, con agradables muescas como ‘Is this nice?’, ‘Kantori ongaku’ o ‘Love song’, él mismo se dio cuenta de que algo no iba bien e hizo un comentario (en su español venezolano), que naturalmente oímos con dificultades, en el que aludió a la “conversación más alta que la propia música”. Protestas en el aire. “¡No se oye!”. ¿Círculo diabólico? El bailoteo amansó los ánimos de la mano de ‘Shabob shalom’, canción del 2007 que parece mezclar la melodía de ‘La mer’, de Charles Trenet, con un ritmo y el falsete de guateque que la acercan a ‘Stay’, de Maurice Williams and the Zodiacs.

Banhart se quedó solo con la guitarra y la comunicación se hizo así un poco más complicada si cabe. Suerte de las palmas del público en ‘Quédate luna’, que le sacaron del atolladero, antes de que, sucesivamente, el señor batería y el señor teclista compartieran con nosotros sus, entendemos, experimentaciones en torno a la música y el espacio. Salimos de allí gracias al pulso ‘funky’ de ‘Fig in leather’, bajo la bola de espejos y entre violines ‘sampleados’ de música ‘disco’, lejos del ‘weird folk’ con el que Banhart se dio a conocer, y de ahí nos fuimos al tribalismo de bolsillo de ‘Never seen such good things’ y al bis de ‘Carmensita’, culminando la noche salvando obstáculos y sin mayores desperfectos.