EL LIBRO DE LA SEMANA

'A lo lejos': el nuevo mundo

Un western, en la mejor tradición de la novela de aventuras, retrato de un hombre obligado a aprender a sobrevivir en soledad

El escritor Hernán Díaz, en su reciente visita a Barcelona.

El escritor Hernán Díaz, en su reciente visita a Barcelona. / ROBERT RAMOS

Sergi Sánchez

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Se pregunta Hernán Díaz contra qué novelas escribió Cormac McCarthy su célebre, violento 'Meridiano de sangre'. Concluye que, probablemente, su modelo a combatir era John Ford. Mientras leía 'A lo lejos', este crítico no pensaba en el director de 'Centauros del desierto' sino en una versión de 'Las aventuras de Jeremiah Johnson' dirigida por Werner Herzog, o en 'El renacido' sin la ampulosidad de González Iñárritu. Sí, la novela reacciona al western como código ético de la conquista épica de un territorio porque aquí de lo que se trata es de rendir cuentas de la epopeya individual de un hombre, Hakan, que, trazando un mapa del reencuentro (con su hermano Linus, al que perdió antes de llegar a América desde Suecia: la familia como piedra filosofal de la tierra prometida), acaba por aprender a sobrevivir en soledad, como un animal triste o un tipo tímido.

El suyo es un viaje odiseico, en la mejor tradición de la novela de aventuras, pero, como en los westerns de los 70, la mítica de la conquista pasa por el filtro de la realidad más cruda. A Díaz le importa poco la Historia en la medida que el drama de su personaje se forja desde la fuerza de un paisaje iconográfico que el lector tiene grabado a fuego. Las alusiones históricas son casi inexistentes, porque lo que importa es la realidad que atraviesa a Hakan como una daga, y le convierte en un gigante herido, aún enfebrecido por la ambición del oro, después de haber sido violentado, de ser esclavo sexual, de perder todas sus posesiones en un desierto de pesadilla, de paladear la ternura de la compañía aunque sea brevemente, de acabar en una madriguera como un topo hambriento, y de crecer y crecer al superar todas las pruebas que la ficción ha colocado en su camino. Hakan no sabe nada de Historia, ignora el significado de muchas palabras, es el buen salvaje lanzado a la arena del mundo.

Transparencia e inocencia

Díaz logra que compartamos el punto de vista de Hakan con inusitada elegancia: como él, no sabemos cuánto tiempo ha invertido en su viaje por América, y tampoco conocemos los nombres de las praderas y las montañas que ha cruzado. No hay espacio ni tiempo en esta novela que se dibuja a sí misma como un círculo imperfecto, como una corona de espinas. Hay una ingenuidad conmovedora en Hakan, que reside en la delicada construcción de una voz que Díaz trabaja desde el estilo indirecto libre más puro. Sorprende la madurez de la técnica en la novela de un debutante, porque la transparencia manda en el retrato de la inocencia con que Hakan se enfrenta a un universo que nos brinda imágenes hipnóticas -ese caballo que muere relleno de arena- y que le ofrece un único propósito, que se transforma, en cierto modo, en su particular Moby Dick: ese hermano perdido en el limbo de los tiempos con el que sueña reencontrarse, esa vuelta a los orígenes que le hará sentir que su vía crucis ha significado algo más que ese viaje al Oeste convertido en quimera por todos aquellos que llegaron al Nuevo Mundo creyendo que lo conquistarían.