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'Amy (& the orphans)' o cómo hablar con humor de las capacidades especiales

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Eduardo de Vicente

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La integración de las personas con capacidades especiales en la sociedad está siguiendo un proceso lento, pero se van notando pequeños avances. En el mundo del arte, más allá del éxito de la película Campeones, cabe destacar la meritoria tarea de compañías como la Pot Teatre que prepara regularmente obras teatrales con discapacitados y el resultado es asombroso. Ahora llega al Versus Glòries una obra valiente que combina el drama con el humor y que aborda este tema, se trata de Amy (& the orphans), la nueva producción de la compañía La Niña Bonita (El camp, Montag 451

Es la adaptación en castellano de una obra que alcanzó una gran repercusión en el Off-Broadway y que fue escrita por la norteamericana Lindsey Ferrentino como homenaje a su tía Amy Jacobs, que padecía síndrome de Down e intentaba entender el motivo por el que sus familiares la internaron. Al mismo tiempo denuncia el trato inhumano que sufren las personas que están ingresadas en residencias estadounidenses. Pero para ello utiliza la fórmula de un viaje en coche (como las típicas películas road movie) y más sonrisas de las que cabría imaginar.

Los padres... y los hijos huérfanos

El escenario está ocupado únicamente por unas sillas rojas de plástico, un carrito para hacer palomitas, unos globos y, al fondo, unas fotos en blanco y negro. El suelo escenifica las líneas continuas y discontinuas de una carretera. Los primeros en aparecer son un matrimonio que está haciendo terapia de pareja y analizando su relación discutiendo a partir de “hechos objetivos”. Más tarde descubriremos que se trata de los padres de los protagonistas (Sarah y Bobby) que aparecen puntualmente para aportar datos sobre su pasado que nos aclaran la situación de sus hijos.

La siguiente escena tiene lugar en un aeropuerto donde se reencuentran dos hermanos judíos de mediana edad (Maggie y Jacob) que hace tiempo que no se ven y lamentan haberse quedado huérfanos. El motivo es preparar el funeral de su padre y decidir qué hacer con su hermana menor, Amy, una joven con síndrome de Down que está recluida en un sanatorio. Poco después conoceremos a la chica, fresca, espontánea, desenfadada y obsesionada con las películas. Su mejor compañía es la asistente social que la cuida, Kathy, y se convierte en su confidente y a la que explica sus aventuras con su novio, Brad Pitt (no el actor, otro que se llama igual).

Un viaje para decidir el futuro

El American Woman de Jimi Hendrix acompaña las discusiones entre los padres y, a continuación, comprobaremos la evolución de los otros cuatro personajes que emprenden un viaje en coche hacia la casa familiar. En el mismo pasan por atascos, centros comerciales y un karaoke y van descubriendo muchas cosas de su hermana que ignoraban: sus gustos y aficiones, su comida favorita y también las desagradables situaciones que tuvo que afrontar en su infancia. Se dan cuenta de que, en realidad, casi no saben quién es, ya que la visitaron demasiado poco.

Su primera misión consiste en explicarle a Amy que sus dos padres han fallecido, ya que la madre murió poco antes (atención al ridículo e hilarante método que emplea Jacob para intentar que lo comprenda) y plantearse entre todos cuál será su futuro ¿seguirá viviendo en la institución? ¿se atreverá alguno de los dos a instalarla en su casa? Todo ello se resolverá en el tramo final, aunque la obra tiene un epílogo delicioso que se afronta con emoción.

Un reparto con sorpresa

Los actores brillan desde la primera escena en la que unos enérgicos Xavi Álvarez y Lorea Uresberueta muestran sus tensiones conyugales que llevarán a decisiones radicales. Los hermanos (Herminio Avilés y Roser Batalla) arrancan las sonrisas con sus absurdas maneras de tratar a su hermana. Neus Suñé (la cuidadora) encarna la ternura y la firmeza, es la única que sabe tratar a la chica y también ponerle límites pero la auténtica robaescenas es Odile Fernández (Amy) que, gracias a su naturalidad, consigue meterse al público en el bolsillo desde su primera aparición y, con sus respuestas, repletas de sinceridad y lógica, desarma a sus hermanos.

Uno de los principales alicientes del texto es que no se trata de un ajuste de cuentas, la autora no intenta culpabilizar a sus personajes ni juzgarlos, simplemente mostrar los hechos huyendo del paternalismo habitual para que el propio espectador extraiga sus conclusiones. Una obra que elude continuamente afrontar el tema de manera dramática, que se ve con agrado y que también nos hace reflexionar si sabemos tratar como merecen a todos aquellos que son diferentes.