CRÓNICA DE MÚSICA

Ojos húmedos en el Palau con Beethoven

El ciclo de sinfonías del compositor dirigidas por John Eliot Gardiner incluyó una 'Quinta' inolvidable

John Eliot Gardiner, en el Palau de la Música

John Eliot Gardiner, en el Palau de la Música / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

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Después del arranque el domingo, el lunes y martes el Palau continuó desgranando la fantástica margarita que compone las nueve sinfonías de Beethoven de la mano de John Eliot Gardiner y de su Orchestre Révolutionnaire et Romantique, esta vez con dos conciertos incluidos en el abono de Palau 100. A pesar de que la ‘Sinfonía Nº 2 en Re mayor, Op. 36’ y la ‘Nº 4 en Si bemol mayor, Op. 60’ son de las menos difundidas, al estar acompañadas respectivamente de dos de las más populares como son la ‘Sinfonía Nº 3 en Mi bemol mayor, Op. 55, Heroica’ y la ‘Nº 5 en Do menor, Op. 67’, la del popular ‘Ta-ra-ta-tán’, las entradas se agotaron y se llenó el auditorio modernista. El éxito fue unánime, pero lo vivido el martes, después de una interpretación memorable de la ‘Quinta’, quedará en los anales del auditorio modernista: vítores, exclamaciones de júbilo y ojos húmedos sentenciaron esa velada como inolvidable. Lo que el mago Gardiner consiguió de sus más de 60 músicos con la más conocida de las obras sinfónicas de Beethoven era de no creérselo. Un sonido hermoso, unos ‘tempi’ impresionantes, mil detalles de contrastes y agógica, todo en un discurso que nunca decayó ni en intensidad ni en sensibilidad.

El lunes la ‘Segunda’ se ofreció con un primer movimiento marcial y alegre, con todo muy ‘a tempo’, seguido de un ‘Larghetto’ transparente, con trinos y ornamento en un genial diálogo entre las diferentes familias para finalizar con un cuarto de vértigo, todo poderío después de ese ‘Scherzo’ cincelado a contrastes. El paso de gigante que Beethoven realiza en la ‘Heroica’ se hizo evidente con toda la belleza del primer movimiento, con los detalles siempre audibles, desde los ‘pizzicati’ de los violonchelos hasta las frases de la flauta, todo a punto y en plena madurez, con la marcha fúnebre tan elegante como el maravilloso ‘Scherzo’ en el cual brillaron unas benditas trompas que incluso apianaban.

En la ‘Cuarta’ Gardiner sentó a la cuerda aguda para volver a ponerla de pie ante el generoso aparato de maderas y metales de la ‘Quinta’, siempre buscando el equilibrio sonoro. Con la orquesta con la afinación tradicional moderna, el brillo del discurso incluso se acentuó, especialmente en una ‘Cuarta’ en la que el autor vuelve la mirada a Haydn y Mozart, pero desde una perspectiva ambiciosamente sinfónica.