ESTRENO

Crítica de 'A todos los chicos: P.D. Todavía te quiero': primeros amores nunca se olvidan

La secuela del fenómeno de Netflix ahonda con sensibilidad en las emociones y los obstáculos de noviazgos primerizos

Fotograma de 'A todos los chicos: P.D. Todavía te quiero'

Fotograma de 'A todos los chicos: P.D. Todavía te quiero'

Juan Manuel Freire

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La llegada de esta secuela parecía irremediable, en parte porque la primera entrega fue todo un éxito sorpresa (no lo dicen, al menos que sepamos, las métricas de Netflix, sino el aumento de seguidores en las cuentas de Instagram de su pareja protagonista) y en parte porque era fácil: la escritora Jenny Han ya había provisto argumentos para otras dos partes en su trilogía 'young adult'. Segunda y tercera películas han sido rodadas consecutivamente; la tercera llegará este año también.

Centrémonos de momento en la segunda, gran regalo de San Valentín de Netflix, con permiso del indescriptible programa de citas y bodas 'Love is blind'. Pocas comedias románticas tienen segundas partes, quizá porque las parejas que acaban bien son minoría y no es cuestión de arruinar la magia del original a posteriori. 'A todos los chicos: P.D. Todavía te quiero', título extraño donde los haya, se atreve a contestar a esa pregunta: ¿qué pasa después del primer beso, la cima, el éxtasis? ¿Dónde están Charles y Carrie, el chico y la chica de 'Cuatro bodas y un funeral'?

Lara Jean (Lana Condor) y Peter (Noah Centineo) están, al principio, casi donde los dejamos. Ella se prepara su primera cita auténtica al ritmo de 'Then he kissed me', de The Crystals, igual que Elisabeth Shue al principio de 'Aventuras en la gran ciudad'. En casa sigue lidiando con su hermana pequeña, la casamentera Kitty (Anna Cathcart); peleas poco graves. Todo parece ir más o menos bien, aunque Peter siga siendo un poco cabeza hueca. Pero no habría película si todo fuera a ir bien: por eso aparece el pulcro, amable y talentoso al piano John Ambrose (Jordan Fisher), otro de los chicos que recibió tardíamente carta de Lara Jean.

El triángulo amoroso de 'A todos los chicos 2' no es bizarro, como el de New Order, ni mínimamente sorprendente, pero está contado con una ternura y sensibilidad apreciables. En su debut largo como cineasta, el director de fotografía Michael Fimognari (hombre de confianza del elegante estajanovista del terror Mike Flanagan) se toma en serio los sentimientos juveniles, los dramas de primeros y casi segundos amores; una lección de empatía ya impartida por John Hughes pero demasiado a menudo olvidada. Más previsiblemente, dado su currículo, Fimognari puede enmarcar e iluminar encuentros y desencuentros con verdadera clase: véase, sobre todo, ese plano del encuentro fugaz en el acuario, delante del tanque de las medusas luminosas.

Fimognari sabe encontrar las imágenes, pero parece pensar algo menos en cómo engarzarlas en secuencias fluidas que, a su vez, compongan un todo armónico, como consiguió Susan Johnson en la primera entrega. Se abusa a conciencia de las canciones, casi muletas para crear una ilusion de ligereza. Otro problema es la excesiva atención dedicada a la vida romántica del padre de Lara Jean (John Corbett): ¿un intento de ampliar margen demográfico? Pero, como en el mundo actual no sobran las comedias románticas dignas, defenderemos igual este enésimo caso de secuela inferior a su predecesora