CRÓNICA
El Barrio, ídolo romántico en el Sant Jordi
El cantante gaditano desató el orgullo 'barriero' con su carisma y su mezcla de flamenquismo y rock andaluz filo-'heavy', revalidada en 'El danzar de las mariposas'
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Apenas terminada la gira de 'Las costuras del alma', que le trajo dos veces al Palau Sant Jordi en el 2018, El Barrio se enredó en la grabación de un nuevo disco, 'El danzar de las mariposas', obra encaminada a transmitir una cierta frescura y sensualidad, repleta de metáforas perfumadas y de nuevas ecuaciones en torno a la canción sentimental, el flamenco y el rock andaluz. Repertorio crecido en directo, donde ese caballero del sur llamado José Luis Figuereo y su poderoso grupo siempre pisan fuerte, como pudimos observar de nuevo este sábado, cómo no, en su querido Sant Jordi.
Aunque esta vez la sala no llegó a llenarse (quedó por ocupar la franja más alta de asientos), no se puede decir que el fenómeno esté en horas bajas, y la fiesta fue integral tanto arriba como abajo del escenario, donde se respiraba una identificación espiritual con el artista. Muchos fans, ellos, pero también ellas, tocados por el característico sombrero de ala corta que le distingue, y volcados desde la pieza nueva que abrió la noche, la instrumental 'Mi manantial', sinfónica y 'heavy', llevando a El Barrio más cerca de Medina Azahara que de Triana.
Bajo el influjo de los astros
Con 'Mi amante luna' se abrió paso Figuereo manejando uno de esos textos que celebran un idealismo romántico con citas a besos, sueños y influjos cósmicos. El Barrio es un peliculero de tomo y lomo, pero aunque sus textos deriven a veces hacia la redacción adolescente pretenciosa, el carisma y la franqueza con que los hace suyos vence defensas. También en canciones recién publicadas, y recibidas con algarabía por los llamados 'barrieros', como la sentida 'power ballad' aflamencada 'Amor propio', la liviana, envuelta en palmas y aires de jaleo, 'Agua fresca', y esa otra, 'Caminos de azufre', en la que cantó a la pureza anímica ("le puse a la mentira una corona de espinas") entre punteos de guitarra dignos de Yngwie Malmsteeen.
El Barrio, genio y figura, reforzando vínculos con su gente en un "pequeño examen" en el que soltaba una pista y el público cantaba la estrofa que le correspondía, ahondando en la raíz flamenca también sin aparato rockero, y cerrando filas en la metacanción 'Orgullo': “Somos distintos / Todos cantamos”. Damos fe.
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