Opinión | TESTIGO DIRECTO

Jaume Figueras

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Un encuentro con el mismísimo Ulises

Un Kirk Douglas desmejorado tras un accidente pero locuaz y cordial visitó España en 1991 para promocionar 'Bienvenido a Veraz', un producto menor a todas luces

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Otoño de 1991. Se presenta en Madrid una singular coproducción hispanofrancesa, 'Bienvenido a Veraz', rodada en parte en los Pirineos con Imanol Arias y Kirk Douglas en el papel de un veterano leñador. No se sabe cómo toda una estrella de Hollywood ha participado en un producto menor a todas luces. Veinte años atrás estuvo en Cadaqués y el cabo de Creus (disfrazado de cabo de Hornos) en un proyecto de mayor envergadura, 'El faro del fin del mundo'. Douglas atiende a la prensa visiblemente desmejorado tras haber sobrevivido a un accidente de helicóptero en el que fallecieron algunos viajeros. Con la mirada muy viva y muy locuaz da entrevistas con gran cordialidad pese a que tiene cierta dificultad en el habla. Pronto surge su tema favorito: 'Espartaco', que se encarga de pronunciar poniendo especial énfasis en la primera vocal : "Spaaaartacus". Le pregunto si está decepcionado por no haber ganado ningún Oscar (el honorífico llegaría años más tarde) y solo dice que cree haber hecho un buen trabajo en 'El loco del pelo rojo', donde era el vivo retrato de Van Gogh. El premiado fue Yul Brynner por su histriónico 'El rey y yo'. 

Inevitable hablar de su compromiso político rescatando el nombre de Dalton Trumbo de las listas negras del macartismo o de esos 'Senderos de gloria', tantos años prohibida por su antimilitarismo en Francia y en España, claro. Y no duda en elogiar el talento de Elia Kazan, que le dirigió en 'El compromiso', pese a sus diferencias ideológicas, subrayando que contenía numerosas referencias autobiográficas del propio Kazan. Prefiere no elegir sus papeles favoritos pero al preguntarle por el Jonathan Shields de 'Cautivos del mal' reconoce que fue uno de los retratos más certeros de la trastienda de Hollywood. Uno de sus habituales personajes de hombre duro que ejerce una especial fascinación incluso para sus víctimas o sus rivales.

Reconoció que pasó a ser productor para escapar de la esclavitud de los grandes estudios

Durante los 10 o 12 minutos que dura la entrevista, reconoce que pasó a ser productor para escapar de la esclavitud de los grandes estudios y que mostró con orgullo a su madre una fachada de Times Square donde aparecía su nombre, Byrna en grandes caracteres. Bryna Productions estuvo tras una veintena de películas, a menudo en colaboración con su íntimo amigo Burt Lancaster. Es decir Wyatt Earp y Doc Holliday más allá del O. K. Corral.

Había tenido enfrente al policía agresivo de 'Brigada 21', al periodista con cinturón y tirantes de 'El gran carnaval', a un vikingo tuerto, a un marinero de Julio Verne, a un héroe de Telemark, al militar que vivió siete dramáticos días de mayo, a un marido supuestamente infiel en manos de Mankiewicz, al vengador de Gun Hill y al mismísimo Ulises. En aquel momento parecía un hombre frágil, superviviente de un grave accidente pocos meses atrás. Remontó esa fragilidad hasta que otros percances le afectaron y en el 2017 se celebró con júbilo su centenario. 

Su representante advirtió de no formular preguntas personales por si algún periodista del cotilleo se interesaba por su lejano romance con Pier Angeli, truncado por la infidelidad de ella, o por si los más viejos del lugar recordaban su tormentoso paso por el Festival de San Sebastián en 1958. No hubo lugar. El solo quería hablar de cine y reivindicar su "Spaaaartacus". En el 2012 dictó a su secretaria un largo texto sobre las mil y una circunstancias de ese rodaje con el título de 'Yo soy Espartaco', con anécdotas impagables sobre Laurence Olivier, Charles Laughton o Jean Simmons, que se resistió a enseñar el busto en la escena del baño...

Ese productor de 'Cautivos del mal' que Douglas bordó decía que lo que más terror causa en una película es la oscuridad. Quizás ahora lo esté comprobando.