CUENTA ATRÁS DE LOS PREMIOS DE LA ACADEMIA DE HOLLYWOOD

La animación española, a la conquista del mundo (y del Oscar)

'Klaus' aspira a dar el golpe en Hollywood tras haber cosechado este año grandes éxitos internacionales, al igual que 'Buñuel en el laberinto de las tortugas'

Imagen de la película de Netflix 'Klaus'

Imagen de la película de Netflix 'Klaus' / periodico

Beatriz Martínez

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Ha sido un año de éxitos internacionales para el cine de animación español. Dos películas, ‘Klaus’, de Sergio Pablos, y ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’, de Salvador Simó, se han encargado de desafiar a las grandes superproducciones de Hollywood desde nuestro país, demostrando el talento de una industria que no para de crecer y evolucionar de forma constante a través de propuestas que abarcan todos los espectros.

Por primera vez en la historia una película española, ‘Klaus’, ha arrasado en los premios Annie, con siete galardones y en los BAFTA, consiguiendo además la hazaña de desbancar a 'megahits' de Disney como ‘Frozen 2’ para ocupar un puesto privilegiado en las nominaciones a los Oscar, algo que hasta el momento solo había logrado ‘Chico & Rita’, de Fernando Trueba. El recorrido de ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’ también ha estado marcado por el reconocimiento, tanto en el prestigioso Festival de Annecy como en los Premios del cine europeo y los Goya.

En realidad, se trata de dos películas antitéticas tanto desde el punto de vista económico como artístico. ‘Klaus’ ha costado 40 millones de dólares, mientras que ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’ no llega a los dos millones de euros. Mientras una está auspiciada por A3media y Netflix, y la otra se podría decir que es 'indie'. La primera, apuesta por la animación popular y familiar, la segunda, por la adulta. En definitiva, dos películas que representan dos modelos que sirven para reflejar la variedad de un sector dividido entre el carácter comercial y la expresión artística.

En el 2012 ‘Las aventuras de Tadeo Jones’ supuso un espaldarazo para la industria de animación. “Durante años se han estado haciendo grandes productos, pero quizás faltaba algo rotundo”, decía su director Enrique Gato a EL PERIÓDICO durante la promoción de ‘Atrapa la bandera’. “Tadeo consiguió muchos hitos y se convirtió en un modelo exportable a seguir. Abrió un melón que llevaba mucho tiempo queriendo explotar y por fin el mundo del dinero se dio cuenta de que se podía invertir en él”.

Sin embargo, las condiciones para conseguir ese dinero no suelen ser tan sencillas. Así lo explica Alberto Vázquez, ganador del Goya en el 2016 por ‘Psiconautas, los niños olvidados’, una película que apostaba por una animación más arriesgada, poética y siniestra. “La animación no tiene ninguna protección en las ayudas, tiene que competir con las películas de imagen real cuando los tiempos con los que se trabaja y el tamaño de los equipos son muy diferentes. Es más cara, y todo se vuelve más complicado. Por eso resulta inevitable llegar a acuerdos de coproducción con otros países, y esto hace que las decisiones sean todavía más lentas y el proceso más costoso”. 

Sergio Pablos piensa que poco a poco se van consiguiendo pequeñas victorias. “Evidentemente somos un país pequeño si lo comparamos con el nivel de los grandes estudios de California, pero se están haciendo propuestas muy interesantes, vamos creciendo, generando industria”.

Así, junto a películas como ‘Bikes’, protagonizada por unas bicicletas que hablan, encontramos productos de autor tan potentes como ‘Un día más con vida’, de Raúl de la Fuente y Damian Nenow, basada en la biografía del periodista Ryszard Kapuściński.

“Una película familiar está predispuesta a una taquilla más amplia, por lo que las inversiones son mayores, pero a una de autor, al tener una distribución más limitada, se le impide tener acceso a un presupuesto más alto. Así se crean dos bandos que en realidad no deberían existir”, cuenta Salvador Simó.

El director de ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’, que se encuentra trabajando en estos momentos en su siguiente proyecto, ‘Dragonkeeper’, con inversión china, cree que se ha demostrado que el cine de animación puede ser una industria potente y competitiva y que las instituciones deberían mirarla con un poco más de cariño para que siga avanzando y posicionándose a nivel internacional y para seguir promoviendo que todos esos talentos españoles que se han tenido que ir a trabajar fuera, puedan volver en mejores condiciones. En ese sentido, los incentivos fiscales siguen siendo un gran hándicap. Países como Canadá, que han apostado por ello, han conseguido situarse como líderes del sector.

A pesar de las dificultades, la animación española facturó 654 millones de euros y dio empleo directo a 7.450 profesionales. Son los últimos datos que se tienen, extraídos del Libro Blanco publicado por la federación Diboos. En dicha encuesta, se sitúa a España como quinto productor mundial y segundo europeo, por detrás de Francia, en largometrajes de animación, con más de 250 empresas que forman un tejido productivo. Aunque la industria de la animación es tan antigua como el propio cine, es sin duda la más joven a la hora de adaptarse a las nuevas tecnologías y a los avances de los efectos visuales. Es una industria costosa, pero productiva. Y directores como Pablos y Simó han demostrado que el mundo entero fije sus ojos en la animación española poniendo en valor sus virtudes, aunque ellos día a día tengan que luchar contra sus limitaciones.