BCNEGRA

"Somos más guapos que los del CSI pero vamos más lentos"

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Guillem Sànchez

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"No somos como los del CSI, nosotros trabajamos mejor y somos guapos, pero vamos mucho más lentos". El subinspector Antón ha empezado a meterse un poco en el bolsillo al público del conservatorio del Liceu restando dramatismo al acto más 'serio' de cuantos acoge BCNegra: la demostración de la policía científica de los Mossos d’Esquadra. Escudado por los agentes Roger Néstor, equipados con máscara, guantes y peúcos, Antón ha escudriñado en directo la escena de un crimen: un varón (un maniquí) tendido en un sofá, asesinado de un disparo en la cabeza.

"Vamos más lentos que los del CSI porque en realidad es un trabajo minucioso que puede durar días", aclaraban entre bastidores los tres policías antes de subir a un escenario que les era extraño, el de un auditorio. Los que ellos frecuentan son los de grandes crímenes o accidentes múltiples: el triple homicidio de Sagrada Família, el atentado yihadista de la Rambla el 17-A (14 muertos), el siniestro ferroviario de Castelldefels (12 muertos) o el vuelco del autocar en Freginals (13 muertos). Cuestionados acerca de cuál ha sido el que más les ha costado digerir emocionalmente, no lo dudan: la catástrofe aérea de Germanwings (un tercio de los 150 muertos eran españoles). Sorprende la respuesta porque este accidente sucedió en suelo francés y los Mossos no acudieron. Lo que ocurre es que en esa ocasión, en lugar de arrodillarse ante un paisaje poblado de víctimas, a los policías les tocó atender a los familiares y pedirles una muestra de saliva para identificar a sus seres queridos. "Fue durísimo", recuerda Antón. "Para trabajar, descontextualizamos los cuerpos para concentrarnos solo en hacer bien nuestro trabajo. Hacerlo bien acercará la resolución", razonan.

¿Y cómo trabajan? Comienzan tomando fotografías de 360º para reproducir el espacio y sacando primeros planos de los objetos más relevantes. Después van a por las huellas dactilares que aparecen esparciendo polvo con un pincel de fibra de vidrio. "La huella es agua en un 95% y el agua atrapa el polvo". También está la vaina de la bala y la propia bala. Si aparece el arma homicida, balística efectúa nuevos disparos con esta y compara las vainas que suelta y la deformación de las balas amartilladas con las recogidas junto al cadáver. O la deflagración de la pistola, que lanza restos contra la víctima y permite saber si fue disparada a quemarropa o desde más lejos.

Las manchas de sangre siguen ahí aunque el asesino haya tratado de borrarlas. Solo hay que usar la luz adecuada. La sangre u otros restos biológicos que se recogen –cabellos, saliva o piel– actualmente ya entregan un perfil genético que da muchas pistas: si es una persona europea, africana o china; si tiene los ojos oscuros o claros; si tiene el pelo negro o rubio. En un futuro no lejano, avanza Antón, permitirán saber qué edad tiene su dueño. O incluso aventurar cuáles son los principales rasgos de su cara.

El subinspector ha terminado recordando el principio de intercambio de Locard –apellido de Edmond Locard, criminalista francés–: "Todos dejamos algo en la escena del crimen y también nos llevamos algo. Hay que encontrarlo". El auditorio, lleno de apasionados de las ficciones de novela negra, ha soltado una ovación a tres policías más acostumbrados al silencio de los muertos. 

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