'ARTIC NOIR' EN BCNEGRA

Groenlandia, negra y criminal

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Anna Abella

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Tiene la tasa de suicidio más alta del mundo, la de asesinatos es 16 veces más alta que en Dinamarca, el 64% de las mujeres son víctimas de violencia y una de cada tres niñas sufre abusos sexuales, todo en una población de unos 56.000 habitantes. Con datos como estos parece gratuito preguntar si la gélida Groenlandia es un buen escenario de novela negra. Y sorprende que hasta ahora no hayan eclosionado en el mercado español escritores de este 'Artic noir' empeñados en desvelar la oscuridad de una sociedad aislada por el hielo y la nieve. Son Mads Peder Nordbo, en ‘Los crímenes del Ártico’ (Planeta), y Christoffer Petersen, en ‘Siete tumbas, un invierno’ (RBA). Dos daneses. No es casualidad: se pueden contar con los dedos de una mano los escritores nacidos en la isla más grande del mundo, que además de un elevado índice de analfabetismo tiene un gobierno local autónomo que depende de Dinamarca. Nordbo trabajó 4 años en el ayuntamiento de Nuuk, la capital groenlandesa; Petersen vivió allí siete años, seis en pequeños asentamientos. Ambos participan este martes junto al británico Anthony Adeane, autor del ‘true crime’ ‘Sombras de Reikiavik’ (RBA), en la mesa redonda de BCNegra ‘Rambla del Ártico’, en el Auditorio del Conservatorio del Liceu, moderada por la periodista Carol Álvarez, subdirectora de EL PERIÓDICO.

Admite Nordbo que comió hígado crudo de foca recién cazada (como su coprotagonista, el periodista danés Matthew Cave, casi obligado por el personaje de la joven inuit Tupaarnaq). “Si vives allí, rodeado de groenlandeses, y quieres que te acepten, debes hacerlo”. Y, en seguida añade: “No me gustó, no. Sabe a hierro salado y es gelatinoso”. La anécdota es una pincelada entre las muchas que aporta ‘Los crímenes del Ártico’ sobre lo que significa vivir en Groenlandia. “Es un entorno brutal, donde si caes al agua, mueres, si te pierdes, mueres, donde la naturaleza mata a mucha gente. Pero el hielo, los glaciares… fascinan. La naturaleza en un personaje más. Se vive en condiciones de aislamiento, hay asentamientos de 200 o 300 personas, sin apenas internet, sin escuelas, sin carreteras [la población se mueve, si el clima lo permite, en barco, avioneta, helicóptero o trineo], con poco trabajo y sin expectativas, muchos caen en el suicidio… sí, pasan cosas malas”.

Nordbo escribió la novela como “mensaje a los políticos de Dinamarca y Groenlandia para denunciar la situación generalizada de abusos a menores. Si hay tantas niñas violadas significa que hay otros tantos perpetradores. La impunidad es un problema”. Y ahí da un apunte terrorífico. “La hija de un conocido, de 16 años, fue violada. Fue a la policía y le dijeron: ‘Qué se le va a hacer’. Hay informes que hablan de asentamientos donde casi el 100% de las niñas sufren abusos, en la población de Tasiilaq (unos 2.000 habitantes), la mitad. Pero no hay dinero, no hay psicólogos ni centros de ayuda. Las mujeres no tienen casi opción de salir de allí. Y los políticos, hasta hace poco todos hombres, dicen que con las nuevas generaciones esto irá cambiando”.    

"La hija de un conocido, de 16 años, fue violada. Fue a la policía y le dijeron: 'Qué se le va a hacer'"

Nordbo utiliza la ficción en una trama que se desarrolla en el 2014, cuando el hallazgo de una posible momia vikinga reabre un caso de los años 70, cuando varias niñas víctimas de abusos desaparecieron y sus padres fueron asesinados, despellejados y destripados. Por su parte, Petersen, en ‘Siete tumbas, un invierno’ pone el dedo en el cinismo y la corrupción política. La joven  hija de la primera ministra socialdemócrata es hallada asesinada en aguas de un asentamiento donde cada verano cavan siete tumbas, en previsión de las muertes del invierno, cuando la tierra congelada no permite hacerlo. El jefe de policía David Maratse, jubilado anticipadamente a los 39 años por las secuelas de un caso anterior, ayuda en la investigación a su exsubordinada Petra Jensen.

Para Petersen, también “el clima y el medio ambiente son personajes clave” en sus novelas.  «El aislamiento -añade- lo complica todo, porque se tarda más en reaccionar ante un crimen, añade un factor escalofriante a mis historias y hace de Groenlandia un fantástico escenario de novela negra».  “El mal se puede encontrar en todas partes, también allí. Aunque los groenlandeses son, en general, personas pacíficas y es más difícil encontrar allí criminales, quizá porque hay menos gente –opina-. Pero hay crimen organizado, especialmente tráfico de hachís. Y, como en Europa, mucha violencia ligada al alcohol”. Para el autor de ‘Siete tumbas, un invierno’, “la ficción criminal explora los actos increíblemente malvados de los humanos, pero añade un sentido de justicia que a menudo no está en el mundo real”.

Joven inuit que evoca Salander

Justicia que en la novela de Nordbo no funciona para la coprotagonista, Tupaarnaq, cuyo cuerpo es todo tatuaje y acaba de salir de prisión tras cumplir 12 años acusada de matar a los 15 a sus padres y a sus dos hermanas pequeñas. A ella alude ‘La chica sin piel’, título original de ‘Los crímenes del Ártico’. Imposible no asociarla a la icónica Lisbeth Salander, de la saga del sueco Stieg Larsson, ‘Millennium’. “No la había leído pero sí oído hablar de ella cuando escribía. Un periódico australiano nos comparó y dijo que yo tenía un estilo más poético –alega-. Ambas sufrieron abusos de niñas y eso, en vez de convertirlas en personas tímidas o traumatizadas, les desató la ira y el enfado y son fuertes y luchadoras. Tupaarnaq odia a su padre y a los hombres en general. A ella, no es que el sistema le haya fallado sino que no hay sistema”. 

Es la Groenlandia que Donald Trump quería comprar el pasado agosto -“una locura, es absurdo”, dice Nordbo-, propuesta que la primera ministra danesa zanjó con un rotundo “no está en venta”. “Me preocuparía que Estados Unidos o China, que les ha ofrecido apoyo financiero para construir aeropuertos, apoyaran Groenlandia solo para romper lazos con Dinamarca”, avisa Petersen, que recuerda su “valor estratégico, más aún a medida que el hielo se derrite. Los groenlandeses sufrirán cuando los superpoderes del mundo se interesen por el Ártico”. 

La independencia

En ‘Siete tumbas, un invierno’ hay un partido que reclama la independencia en las elecciones del 2009. “Muchos groenlandeses la desean. Es un sentimiento que tiene ver con la identidad. No rompió la sociedad pero sí causó tensión entre Groenlandia y Dinamarca. Creo que los groenlandeses deberían decidir su futuro sin interferencias externas. Yo apoyaría una Groenlandia independiente”, asegura, lamentando no conocer lo suficiente el caso de Catalunya como para trazar paralelismos. “Pero antes deben superar muchos desafíos, la distancia, el dinero, los problemas sociales y el empleo”. Porque, como recuerda Nordbo, “su economía es insolvente, el 90% de dinero de Groenlandia viene de ayudas danesas. Y la mayoría de la población quiere seguir perteneciendo a Dinamarca a pesar de que esta, históricamente, no se ha portado muy bien con ellos”.